martes, 23 de octubre de 2012

De Atanael y Sindara Capitulo V



LA CASA DE SINDARA


La luz del sol bañaba suavemente los pulidos bloques de granito, el color blanco de la roca contrastaba con finas betas purpúreas que parecían bailar animadas por las sombras de miles de hojas que el viento agitaba allá en lo alto. Un embriagante olor a hierba inundaba el pequeño bosquecillo donde se alzaba el templo de Nolthoriön. 
Aquel paraje estaba desierto y las hojas cantaban con un suave siseo, acompañando la melodía que Sindara tocaba en una flauta.
Sentada sobre la hierba apoyaba la espalda en el muro Septentrional del templo. Labradas en la roca estaban las figuras de todos los reyes del Clan Cëntor desde el principio de los tiempos, comenzando con la figura del mismo Cëntor  quien fundara el Clan Cëntor, hasta el último monarca de la casa Cëntor, Calthas, las facciones del Fiöna labrado en la piedra reflejaban el mismo perfil de la chica quien despreocupadamente sobre las hojas secas interpretaba dulces notas que hacían eco en el bosque.
Sindara Dän Calthas Tur Methram Danadän Eph Ras Nolthoriön Tög Cënthor Farmëlion, así había sido nombrada el día de su nacimiento, así los Fiönas nombran a la gente: 
"Esta es Sindara hija de Calthas nacida del vientre de Danadän en Nolthoriön quien en imagen, espíritu y voluntad pertenece al Clan Cëntor".

La gente de Nolthoriön contaba que el día del nacimiento de Sindara, cosas excepcionales habían ocurrido. El cielo había devorado al sol, oscureciéndolo todo y en medio de las tinieblas, una estrella purpúrea había asomado por el horizonte, un amanecer morado iluminó la punta de la torre mas alta de Notlhoriön. Los viejos decían que por la ventana de la habitación se habían colado los rayos de la estrella quedando atrapados en los ojos de la infanta y así, desde entonces, mezclado con el color amarillo de sus ojos Cëntor un tenue tono morado los hacía brillantes pero profundos a la vez.
La chica de amarillos cabellos tenía un rostro pálido y afilado donde los destellos de aquellos ojos amarillos atrapaban y sumergían en una insondable tranquilidad a todo aquel que los mirara, algunos decían incluso, que si se miraba con detenimiento podía notarse en lo profundo de aquella insondable mirada, la luz purpúrea que habían atrapado desde su nacimiento.

Danadän, su madre, le había dado aquel nombre en memoria de la alianza celebrada con el Clän Sindarel en tiempos de la guerra con Hessya que tanta miseria trajo a la raza Fiöna.

Un Cuerno resonó entre los arboles y Sindara se estremeció con el sonido, de inmediato guardo la flauta en un bolsillo de su chaleco y de un salto se puso en pié, corrió entre los arboles hasta alcanzar una hermosa puerta de metal colocada bajo un arco de piedra burda, al cruzarlo se encontró con un racimo de casas de madera muy pálidas hábilmente labradas con adornos, corrió por una calle que ascendía en dirección al centro de la ciudad. Las casas se apiñaban ordenadas a los costados de la calle, todas con techos en dos aguas que dibujaban un paisaje urbano cálido y ordenado, fuentes y pequeños jardines se abrían aquí y allá moteando con flores y arboles los colores de una ciudad con calles en forma de plato roto.
Todas las vías de la ciudad corrían cuesta arriba hasta converger en lo alto de una loma en un anillo con baldosas blancas que rodeaban una empalizada tras la cual sobresalía alto y orgulloso el palacio de Nolthoriön, tallado en la misma piedra del templo que se encontraba abajo.
Sindara no subió rumbo al palacio, por el contrario, torció sus pasos en un callejón que interceptaba con una calle ancha pavimentada con las mismas baldosas blancas, esta se extendía cuesta abajo rumbo a un gran valle dominado por el promontorio donde la ciudad había sido construida. Aceleró sus pasos y rápidamente atravesó la ciudad hasta llegar a las puertas de ésta, franqueadas por altos muros de piedra que guardaban la ciudad. Cruzó la acrada justo al momento en el que aquel cuerno sonaba una vez mas. 
El sonido rebotó por todo el valle durante algunos segundos y Sindara se detuvo atenta, a lo lejos, en el punto mas bajo del valle un resueno parecido al cuerno respondió al llamado mientras un pequeño tremor sacudió la tierra, Sindara pudo sentir la vibración en sus pies calzados con botas de piel mullida hasta las pantorrillas, se arrodilló y colocó la palma de su mano sobre el camino de tierra ya fuera de la ciudad.
El leve tremor crecía mientras el cuerno resonaba una vez mas, miró a un costado, a lo lejos una multitud de Fiönas aguardaba junto a una extraña estructura de madera de dimensiones asombrosas que se encontraba conectada con la gran muralla de Nolthoriön. recorrió con la mirada todo el valle siguiendo la senda del camino que serpenteaba valle abajo hasta perderse entre grandes lomerios de hierba verde que parecían un océano verde.
La vibración se acrecentó y el tremor de la tierra comenzó a mover la grava del camino, Sindara lanzó un grito de emoción y corrió para reunirse con su gente, una sonrisa se dibujó en su rostro mientras corría con todas sus fuerzas.

Llegó donde la gente se encontraba reunida, cientos de fiönas ataviados con guantes y botas de piel aguardaban expectantes, algunos encaramados en aquella estructura, otros montados a caballo y otros mas a pié con enormes pértigas de madera que remataban con látigos de soga en la punta.
Colosal fue el bramido que sacudió el aire rebotando en las murallas y esparciéndose sobre el gran valle. había un grupo de Fiönas que se encontraba a cincuenta metros bajando rumbo al valle, varios de ellos con cabello cano trenzado en la espalda daban instrucciones a un Fiöna de talla grande con barba roja, otros escuchaban atentos.
A la señal de los mas viejos varias decenas de Fiönas montaron a caballo y desplegaron abanicos enormes de colores montados en ligeras estructuras sobre las ancas de sus caballos.
Un bramido mas retumbó en lontananza, ¡uno mas! y otro hasta que un ensordecedor coro de bramidos graves y guturales llenaron la ladera de la colina.
A lo lejos una enorme mancha negra asomó por una de las lomas, detrás de esta una pequeña linea moteada de colores café, negro, amarillo y terracota recortó el horizonte, detrás, se formaba una nube de polvo parecida a las tormentas de arena que azotan el desierto de Daicüm en la parte meridional del continente.

Aquella linea se extendió cubriendo todo el horizonte y comenzó a crecer. Un Fiöna con el rostro pintado de color rojo lanzó un grito de excitación mientras el cuerno resonaba estridente sobre las murallas, toda la gente lanzó un aullido que rivalizó con los bramidos que cubrían el valle entero.
La mancha moteada del horizonte se extendió acercándose cada vez mas a ellos, los ancianos dieron instrucciones al fiöna de la barba roja y esté haciendo una señal a los jinetes, emprendió una vertiginosa carrera cuesta abajo.
El espectáculo de los jinetes galopando en el valle sobre caballos con crestas en abanico extendido de mas de diez metros de altura era increíble.
Toda la gente que aguardaba al pié de las murallas lanzó un solo grito que pareció cubrir la tierra entera mientras el tremor de la tierra crecía sacudiéndolo todo como un terremoto colosal.





Sindara Dän Calthas Tur Methram Danadän Eph Ras Nolthoriön Tög Cënthor Farmëlion

martes, 16 de octubre de 2012

De Atanael y Sindara Capitulo IV

La Danza del Acero



Oscuros nubarrones se formaron sobre el bosque de Anthoras, el sol se ocultaba al poniente y el viento soplaba azotando los arboles, una tormenta se acercaba y los rayos resplandecían en el oriente.
De pronto un gran destello purpúreo recorrió el cielo y un trueno invadió la tierra, en el bosque algo se movía entre los arbustos, avanzaba a paso constante y ruidoso, las ramas crujían a su paso como si nada pudiese detenerlo, los mismos troncos de aquellos arboles milenarios parecieron hacerse a un lado abriendo paso a lo que fuera que atravesaba el bosque.

La tormenta había alcanzado la aldea de Anthoras y grandes gotas comenzaron a caer sobre las hierbas y la tierra seca, una leve neblina de polvo se levantaba mientras la lluvia mojaba la arcilla convirtiéndola en un espeso lodo.
Atanael despertó al sentir la lluvia cayendo en su rostro, estaba empapado y ríos de lodo corrían a sus costados, se miró el pecho, no había señales del medallón ni cicatriz alguna que acusara la aterradora experiencia que había sufrido. Buscó entre los ríos de lodo que corrían furiosos, pero no pudo encontrar nada, se levantó y corrió desesperado buscando aquel medallón.

-La lluvia se lo habrá llevado, pensó desesperado, corrió siguiendo los numerosos riachuelos, pero no encontró nada.

La lluvia se tornaba cada vez mas fuerte y era casi imposible buscar. Corrió rumbo al camino y alcanzó a ver aquel destello purpúreo en el cielo. Un dolor seco se le clavó en el pecho y cayó al suelo, volvió a mirarse bajo la camisola y reconoció perfectamente bajo la carne, el aro brillante del medallón y el emblema de su familia brillando bajo su piel, soltó un grito aterrador al darse cuenta que el medallón estaba dentro de su pecho, se oprimió la piel y sintió perfectamente el volumen del metal bajo la piel.

Tan pronto como el destello se desvaneció en el horizonte también lo hizo el brillo del medallón hasta que dejó de verse bajo la carne, se tocó de nuevo la piel…pudo sentirlo ahí dentro.
Una desesperación horrible lo invadió y corrió desorientado tropezando y cayendo sobre los enormes charcos que había a un lado del camino. De tropezón en tropezón volvió a ahogarse de terror, un llanto amargo y desesperado desgarraba su garganta y sus lagrimas se perdían entre la lluvia, se tendió en cuatro luces llorando y vomitando.
La lluvia no paraba y transcurrió un largo rato hasta que el cansancio le impidió seguir llorando, su estómago se había vaciado y las contracciones lo habían dejado exhausto, tomó aire y trató de tranquilizarse, alzó la cabeza, a lo lejos, las lamparas de la aldea ya estaban encendidas, tomó fuerzas y se puso de pié, poco a poco y con mucho esfuerzo comenzó a caminar. Paso a paso el terror se disipaba, caminaba con la cabeza baja, revisando su pecho en todo momento, no podía creerlo.

 -¿que extraña brujería era esto? Una y otra vez pasaba los dedos sobre el medallón, lo sentía perfectamente, se había adherido a sus entrañas.


Un ruido seco entre el sonido de la lluvia atrajo su atención en dirección de los arboles en el lindero del bosque, algo se movía ahí dentro, un árbol enorme se tambaleó y el siguiente también, describiendo la trayectoria de un andar terrible, entre las sombras distinguió perfectamente unos ojos que brillaron con la intensidad del fuego.
El movimiento cesó y aquella criatura se quedó inmóvil entre las sombras del bosque, un escalofrío agudo recorrió la espalda de Atanel pero no sintió miedo, una extraña empatía en esa mirada lo atrajo, dio un paso en dirección al bosque, un paso mas, aquellos ojos se volvieron cada vez mas claros y entre la penumbra del bosque una silueta comenzó a aclararse, avanzaba lentamente acercándose cada vez mas a Atanael. 
Cuando se encontraba en la orilla del bosque un poco de luz permitió adivinar una figura ataviada en armadura de cuero, tras el lodo y algunas hojas se apreciaba un rostro pálido.
Atanael se dispuso a acercarse mas cuando por detrás de él una mano firme lo tomó por el brazo, ¡el muchacho volteó rápidamente y dio un grito! 
Se encontró con la mirada bicolor de su padre que ardiendo en rabia le gritaba

-¡Donde haz estado! te hemos buscado todo el día, ¿por que no te presentaste en la fragua?

Atanael volvió la mirada al bosque, la figura había desaparecido.

-Pero…¡padre! yo solo estaba…

-¡Nada de eso! Ahora mismo regresarás y tendrás que reponer el tiempo que gastaste holgazaneando.

Casi a rastras, Tandras llevó al muchacho de vuelta a la aldea.

El día siguiente Atanael fue encomendado a realizar varias tareas, tendría que trabajar tiempo extra para pagar el día de ausencia.
Aún no acababa de comprender lo que había sucedido, constantemente se tocaba el pecho delineando el medallón que se había fundido en el.
Continuó trabajando en aquella reja para el carnicero, la imagen de aquellos ojos regresó a su mente:

-¡Una mirada que quemaba! pensó Atanael mientras golpeaba hábilmente el metal sobre un viejo yunque. 

Le pareció extraño, el metal parecía adivinar la intensión del muchacho y se mostraba maleable y dócil como arcilla, continuó trabajando con entusiasmo, encantado de la facilidad con la que las barras de metal caliente cobraban forma, una a una las barras de la reja se torcían bajo el martillo del joven herrero, un extraño frenesí lo invadió, parecía no darse cuenta de lo que ocurría mientras trabajaba.
Tomaba una barra y al comenzarla a golpear, esta se calentaba por si sola hasta alcanzar el rojo vivo, el metal parecía cantar bajo el rítmico golpe del martillo, aquella hermosa música rebotaba por los altos techos de la fragua e invadía todo el viejo edificio. El sudor chorreaba por el rostro de Atanael sin darse cuenta que el metal se calentaba y adquiría forma casi por si solo. 
En el cubículo contiguo trabajaba un oficial herrero llamado Mäko un diestro Fiöna que había hecho renombre por su mal humor, la música que componía Atanael en su yunque había invadido completamente el lugar y Mäko, también sin darse cuenta y a pesar de su acostumbrado mal humor golpeaba con alegría el metal que comenzó a tomar la forma de una espada contagiado de aquella extraña pasión. 
Uno a uno, todos los herreros del taller fueron cayendo presa del frenesí laboral que poseía a Atanael, trabajaban sin darse cuenta sobre el metal que se calentaba solo y bailaba sobre los yunques y las mesas de trabajo, una especie de hipnosis colectiva tomó posesión de todos aquellos que se encontraban dentro de la fragua.
La imagen del industrioso taller era impresionante, los usuales chasquidos cacofónicos de la fragua eran ahora una sinfonía de timbales, címbalos y crótalos. Los ayudantes corrían, yendo y viniendo de las bodegas con el metal en placa o en barra, materia prima que colocaban hipnóticos sobre los lugares de trabajo mientras los oficiales y maestros trabajaban en mil y un productos donde el metal, calentándose por si solo bailaba resplandeciendo con su característico color anaranjado brillante, herramientas subían y bajaban de los estantes, el vapor de los cuencos de agua se levantaba cuando se sumergía el metal caliente hasta que una bruma se formó en el interior de la fragua, de vez en cuando un grito de regocijo se dejaba oír entre el bullicio.

Un aterrado grito detuvo la hermosa danza del acero, en el umbral de la puerta principal de la fragua se encontraba Tandras, su rostro delataba la exaltada impresión que aquella visión le había provocado, todo quedó en silencio y el brillo de los metales se extinguió al enfriarse.
Tandrás caminó por la fragua en grandes zancadas hasta llegar junto a su hijo, miraba fijamente el pecho del muchacho, bajo la camisola empapada de sudor se fugaba el cobrizo brillo del medallón, Atanael se cubrió el pecho con una mano y el brillo desapareció.



ARQUITECTURA FIÖNICA

Durante varios años he tratado de plasmar en ilustraciones las hermosas imágenes de los territorios que habitan los Fiönas.
Aquí les dejo algunos bosquejos de La Fragua de Tandras, el hermoso edificio donde trabajaba Atanael, como se describe en la historia, se trata de un edificio de dimensiones enormes, aún no he terminado ninguna de las imágenes pero traté de plasmar la naturaleza del edificio.



Esta es el intento de una perspectiva exterior de la fragua, tuve a mal echarla a perder al tratar de ilustrar las tejas, prometo volverla a hacer para que les quede mas clara la idea.



Otra perspectiva exterior donde se aprecia la geometría del edificio, se trata de una intersección de 5 naves en un hermoso crucero con una cúpula que aloja la fragua principal, aquí puede apreciarse el oculo en el acceso principal con el símbolo de la familia de Atanael.



El alzado principal del edificio, con las naves ojivales de cañón donde se alojan los cubiculos de los herreros.



Una sección transversal del edificio, aquí puede apreciarse la bóveda trunca sobre la gran fragua es por el orificio superior donde se desfoga el humo que despide la fragua.



Una planta de conjunto con los remates de la bóveda, la chimenea superior y las cinco naves ojivales.



La planta del edificio, montado sobre un pedestal de mas de 4 metros de alto que aloja las bodegas, en la segunda planta donde están la fragua al centro y las naves con cubiculos de trabajo para el taller dispuestos en una planta pentagonal, la geometría que honra la memoria de la Diosa Danül.

lunes, 8 de octubre de 2012

El Canto de Mör Sindol

Parte de mi trabajo como contador de historias es viajar a tierras lejanas para llevar a otros las maravillas que Allá pueden verse.
Esta vez viajé a las exóticas tierras de Mör Sindol en la costa suroeste del continente, en ese lugar habitan los Sindarel, uno de los tres Clanes de la especie que se hace llamar los Fiönas.
La ciudad de Mör Sindol es un hermosísimo lugar clavado en la jungla donde la Arquitectura Fiöna se funde con la selva en perfecta armonía con lo natural, venerando siempre a la diosa creadora que ellos llaman Danül.
Pero no es fácil entrar a la ciudad, es costumbre entre el pueblo Sindarel, que todo visitante, para poder acceder, entone una canción a las puertas de la ciudad. 

La entrada es un puente tallado en una roca poco común que resplandece con luz propia, construido justo en el acceso, se encuentra el gran ojo que todo lo ve, los Fiönas tienen la creencia de que el ojo resguarda las puertas de la ciudad y según se dice, si alguien con malas intensiones se pone de pié frente al ojo, provocará el colapso del puente y perecerá antes de entrar a la ciudad.

De esta forma se me pidió que cantara en el medio de la selva y que caminara en aquel brillante puente frente al gran ojo, así lo hice y les dejo El Canto en Mör Sindol, un poco desafinado, pero cantado con la mejor de las intensiones y el resultado de mi visita a Mör Sindol.



Como vieron, el resultado de mi visita fue fantástico y justo cuando pasaba sobre el puente y de pié frente al gran ojo de Mör Sindol, los Sindarel comenzaron a acompañar mi canción, mientras algunas percusiones emergieron de entre la maleza, varios Fiönas me salieron al paso cantando y bailando. Me recibieron amistosamente y así pude pasar con ellos unos inolvidables días, donde pasee a mis anchas por los hermosos parajes de aquellas tierras.
Aunque no estoy muy relacionado con la lengua de los Sindarel, hablo fluidamente el lenguaje de los Cëntor, otro de los clanes Fiönas que habitan muy al norte, gracias a que ellos también conocen esa lengua, no tuve problemas para comunicarme y así enterarme de hermosas historias y alegres canciones que en breve difundiré entre ustedes.

Aquí les dejo algunas imágenes de aquellos hermosos parajes donde la realidad se ensancha y el sentido de se ser una criatura humana capaz de entender y valorar la belleza del mundo cobra un valor muy especial.



























¡Tiremos todos juntos de la cuerda!!

¡Tiremos todos juntos de la cuerda!!
Una historia para mi hermosa tierra: México

Tómate tu tiempo para viajar a Allá

Tómate tu tiempo para viajar a Allá

Es Tiempo de la Nueva Revolución

Es Tiempo de la Nueva Revolución
La Revolución de la humanidad, La revolución de tus sueños

¿Estas dispuesto?

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Viajar sin límites es mas fácil de lo que crees

Está mas cerca de lo que crees

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Provengo de una familia donde la épica y la fantasía se mezclan con la realidad, crecí escuchando histórias fantasticas de mi abuelo en las profundidades de la Huasteca, mas adelante me cautivaron toda clase de libros con historias de tierras lejanas y personajes asombrosos, comencé a escribir desde los 9 años, durante la adolescencia me entregué a la literatura épica y fantástica y de alguna manera mi vida se contagió y las histórias comenzaron a suceder delante de mis ojos. Al convertirme en padre y tener la oportunidad de contar cuentos e histórias estalló dentro de mí una fascinación por crear, ilustrar y musicalizar cuanta história brotaba de mi cabeza o la de mis hijos, el día de hoy me doy cuenta de que mi propia vida es el mejor lugar de donde sacar historias y gozo profundamente al plasmarla en alegorías con imágenes, textos y musica.