martes, 12 de marzo de 2013

Tres mil Aztecas

Muchas cosas están pasando en mi quehacer como contador de historias y me tomo un respiro para traerles una historia y pedirles un favor.
La historia "Tres mil Aztecas" es una obra que sale un poco de mi estilo acostumbrado de escritura, y ya que camino sobre terreno desconocido, puede que mi narrativa no sea muy clara, agradeceré que después de leerla me platiquen si es que la historia es clara.
La historia nació en un ejercicio dentro del taller de literatura donde me pidieron escribir una historia basada en el cuento "El Dinosaurio" de Augusto Monterroso.

Eso es todo, agradeceré infinita mente sus opiniones.




Tres mil Aztecas.



                       -¡Buenos días Monsieur Monterroso! El Emperador anda un poco ocupadito, ahorita lo recibe, ¿Gusta una copita de vino mientras lo espera?, ¡tenemos un “Chateau du Guadalup” de California delicioso!

Dijo la recepcionista que lucía el corte de moda, muy al estilo de Cleopatra, Monterroso prefería las largas y lacias cabelleras que usaban las mujeres en los setentas.

-Muchas gracias Mirelle, así estoy bien.

El licenciado Monterroso se sentó en el exquisito sillón de piel que había en la antesala del despacho, por la ventana se apreciaba la hermosa metrópolis. Anchos canales de agua cristalina que comunicaban la gran capital del imperio; masivos palafitos como arañas sobre el lago que sostenían palacios de más de setenta pisos de altura. La columna de la independencia enmarcada por el paseo de la Reforma; Monterroso recordaba perfecta mente el día que iniciaron los trabajos de su construcción, habían tenido que hincar los pilotes de madera varias veces pues éstos se curvaban y desviaban todo el tiempo.

-¿Qué nuevos negocios lo traen por acá Señor Monterroso? El Emperador siempre se entusiasma con las cosas que usted le trae, francamente, no creo que el imperio cuente con un proveedor semejante a usted.

La boca de la linda chica parecía brincar en su delicado rostro, pintada de esa manera, con colorete solo en la parte central de los labios, haciéndolos parecer un corazoncito diminuto.
Augusto Monterroso se había posicionado, desde hacia varios años, como el principal proveedor de tecnología para el imperio Mexicano, comenzando por infraestructura urbana, armamento, comunicaciones, procedimientos administrativos y muchas otras disciplinas, aunque su negocio era de carácter privado, era considerado uno de los pilares primordiales del imperio; pero la visita de hoy no tenía nada que ver con nuevos ordenadores digitales, ni con especies transgénicas, Monterroso tenía un nudo en el estomago, ese nudo que solo el terror y la angustia saben tejer en el cuerpo de los hombres; no sabía exactamente cuánto tiempo le quedaba, debía conseguir a toda costa tres mil Aztecas, la hermosa moneda de oro de especial aleación, que solo el Emperador podía emplear, el mismo Monterroso la había diseñado a partir de de un doblón español que le llamó la atención en la feria mundial de Sevilla en el noventa y dos.
-¡Malditas Jeringas! Pensó Augusto mientras se miraba el antebrazo, un diminuto punto rojo se alcanzaba a ver en su piel.

-No Mirelle, hoy vengo a verlo por un asunto personal, ¿Se irá a tardar mucho?

-Tal vez; se encuentra en sesión con el Arzobispo Larrainzar, usted sabe que a veces se toman mucho tiempo en sus “asuntos”

Contestó Mirelle guiñando el ojo, era más que sabida la intima relación que el Emperador y el Arzobispo sostenían.
Augusto se acomodó en el sillón tratando de fingir una sonrisa; miró el reloj de pared detrás del escritorio de la recepción, eran las once treinta y seis de la mañana, bonito reloj era aquel, él mismo había creado esa línea de relojes, los había visto en e-bay; además de dar la hora, desplegaba en una pequeña pantalla. La fecha y las fases de la luna, todo enmarcado en un hermoso cajón de madera tallada con motivos vegetales:

-Diez y nueve de junio de mil novecientos veintitrés.

 La luna estaba en cuarto menguante; en su mente se cristalizó el recuerdo clarísimo en esta misma fecha, pero de mil ochocientos sesenta y siete; habían fusilado al Licenciado Juárez, que ironía, el mismo Monterroso le había puesto la pañoleta en los ojos.
-¡Ah!, ese infeliz de Benito. Pensó Augusto, quería formar una república, aquel mismo día había caído el partido liberal.

 -¡Que fácil fue!

Con eso de que Benito era espiritista, Monterroso había hecho públicas sus esotéricas practicas, gracias a eso, Juárez y su partido habían perdido credibilidad ante la esfera de poder y el gobierno de los gringos, después todo había sido muy fácil, una cosa llevó a la otra terminando por la pena máxima por traición.

-¡Qué gran gloria para el imperio!

 Desde entonces todo fue miel sobre hojuelas para Monterroso, ¡lo había logrado! Después de tantos esfuerzos y experimentaciones, Maximiliano resultó ser un gran emperador, no podía decir lo mismo de su nieto quien se besuqueaba del otro lado del cancel con el Arzobispo primado del Imperio Mexicano haciéndolo esperar en un momento tan crucial.
El ruido que Mirelle hacia en el teclado lo arranco de sus cavilaciones, miró la pantalla de plasma, la chica chateaba a sus anchas.

-¡Estas redes sociales son una porquería! terminarán por dar al traste con la conciencia de la nación que tanto le había costado a Augusto llevar hasta el primer mundo, pronto tendría que hacer algo para erradicarlas.

 -No será difícil; la reflexión le trajo de nuevo el nudo que ahora apretaba más fuerte.
Miró de nuevo la ventana, el Gran Monoriel urbano pasaba por las faldas del cerro de Chapultepec, era increíble, no emitía ningún ruido, solo un leve siseo.
-¡Igualito al de Disney World! Que bonita había sido la inauguración, recordaba el listón tricolor que cortó el Emperador, después los cohetes y la algarabía en toda la ciudad.

-Ni Marcelo con su fiesta de Bicentenario se había acercado a aquel magno evento.

De pronto vino el característico mareo acompañado del escalofrío, no le quedaba mucho tiempo, se levantó del sillón y caminó en círculos por el salón, pensó en la manera de convencer al Emperador para que le diera las preciadas monedas.

¡Qué difícil!, ni toda su fortuna podía sacarlo de aquel tremendo embrollo, y es que… no podía permitir que le ocurriera de nuevo, no podía volver a entonces, no sin un medio seguro de regresar al México Imperial.

Recordó aquel gran día, cuando todo comenzó, justo detrás de Torre Mayor, caminaba por la calle de Río Elba cuando se encontró con aquel indigente tirado en suelo, la piel oscura de mugre. Los dientes negros y cabello como estopa, tieso y sucio, aquél sucio hombre le había mostrado el modo de poder realizar todos sus sueños.

-La quincuagésima parte de un mililitro por cada cien mil años. Había dicho el hombre.

- ¡Maldita sea! Y es que las jeringas de acá no estaban tan bien graduadas, y para colmo de males, le había tocado una jeringa defectuosa. El mismo lo verificó después de inyectarse, y había herrado por veinte mililitros.

 -¡Veinte mililitros! Pero era demasiado tarde, no podría evitar volver a aquella caverna donde se había refugiado aquella vez, lo que si podía hacer era afanarse un boleto de regreso al México Imperial por el que tanto había trabajado.

Tres monedas de mil Aztecas, correctamente radiadas y sublimadas serian suficientes para destilar el preciado elixir, y eso si, una nueva jeringa, bien graduada.
Otro mareo lo tiró al piso, y esta vez vino con una serie de convulsiones, Mirelle olvidó el chateo y corrió junto al pobre de Augusto.

-Monsieur Monterroso! ¿Está usted bien?  ¡Auxilio!, alguien ayúdeme!

Ojos en blanco, la espuma saliendo por la boca y todo tornándose oscuro, pensamientos vertiginosos por su cabeza:
 El Emperador, la Reforma, el hoy no circula, Salinas de Gortari, el terremoto de 85, la intervención francesa…

¡Alto! Y perdió el sentido.

Jurásico ciento sesenta millones de años atrás, de vuelta a la caverna donde se había refugiado la primera vez que había viajado con el extraño elixir, en aquella ocasión tampoco había medido bien la jeringa.


Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.




3 comentarios:

  1. tu relato es por demás ingenioso, de eso no hay duda, aunque si es muy diferente a lo que nos tienes acostumbrados, y en lo personal me gusta más el estilo que nos has mostrado hasta ahora, pero los experimentos siempre son buenos y bienvenidos :) disfruté mucho este relato, ¡eso si! me sorprendiste gratamente porque yo jamás ni en mil años habría pensado en semejante historia de fondo para el enigmático cuento de Monterroso :)

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  2. Eliz:
    Muchas gracias! aprecio y honro la sinceridad con que siempre me tratas ¡Estoy en deuda contigo!

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  3. Buenos dias querido amigo. Al fin he tenido in momento para pararme a leerte. Sin duda es algo diferente y muy original. Un buen principio para una novela epica. Experimentar es la clave para encontrar nuestro propio estilo o hacernos expertos en mas de uno. Esta historia puede parecer in poco confusa al principio pero estoy segura que es porque Lo que le sigue es mucho mejor y todo cobra sentido. Enhorabuena maestro por tener el valor de no encasillarte y experimentar. Me ha gustado y me has dejado intrigada

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Provengo de una familia donde la épica y la fantasía se mezclan con la realidad, crecí escuchando histórias fantasticas de mi abuelo en las profundidades de la Huasteca, mas adelante me cautivaron toda clase de libros con historias de tierras lejanas y personajes asombrosos, comencé a escribir desde los 9 años, durante la adolescencia me entregué a la literatura épica y fantástica y de alguna manera mi vida se contagió y las histórias comenzaron a suceder delante de mis ojos. Al convertirme en padre y tener la oportunidad de contar cuentos e histórias estalló dentro de mí una fascinación por crear, ilustrar y musicalizar cuanta história brotaba de mi cabeza o la de mis hijos, el día de hoy me doy cuenta de que mi propia vida es el mejor lugar de donde sacar historias y gozo profundamente al plasmarla en alegorías con imágenes, textos y musica.