LA CASA DE SINDARA
La luz del sol bañaba suavemente los pulidos bloques de granito, el color blanco de la roca contrastaba con finas betas purpúreas que parecían bailar animadas por las sombras de miles de hojas que el viento agitaba allá en lo alto. Un embriagante olor a hierba inundaba el pequeño bosquecillo donde se alzaba el templo de Nolthoriön.
Aquel paraje estaba desierto y las hojas cantaban con un suave siseo, acompañando la melodía que Sindara tocaba en una flauta.
Sentada sobre la hierba apoyaba la espalda en el muro Septentrional del templo. Labradas en la roca estaban las figuras de todos los reyes del Clan Cëntor desde el principio de los tiempos, comenzando con la figura del mismo Cëntor quien fundara el Clan Cëntor, hasta el último monarca de la casa Cëntor, Calthas, las facciones del Fiöna labrado en la piedra reflejaban el mismo perfil de la chica quien despreocupadamente sobre las hojas secas interpretaba dulces notas que hacían eco en el bosque.
Sindara Dän Calthas Tur Methram Danadän Eph Ras Nolthoriön Tög Cënthor Farmëlion, así había sido nombrada el día de su nacimiento, así los Fiönas nombran a la gente:
"Esta es Sindara hija de Calthas nacida del vientre de Danadän en Nolthoriön quien en imagen, espíritu y voluntad pertenece al Clan Cëntor".
La gente de Nolthoriön contaba que el día del nacimiento de Sindara, cosas excepcionales habían ocurrido. El cielo había devorado al sol, oscureciéndolo todo y en medio de las tinieblas, una estrella purpúrea había asomado por el horizonte, un amanecer morado iluminó la punta de la torre mas alta de Notlhoriön. Los viejos decían que por la ventana de la habitación se habían colado los rayos de la estrella quedando atrapados en los ojos de la infanta y así, desde entonces, mezclado con el color amarillo de sus ojos Cëntor un tenue tono morado los hacía brillantes pero profundos a la vez.
La chica de amarillos cabellos tenía un rostro pálido y afilado donde los destellos de aquellos ojos amarillos atrapaban y sumergían en una insondable tranquilidad a todo aquel que los mirara, algunos decían incluso, que si se miraba con detenimiento podía notarse en lo profundo de aquella insondable mirada, la luz purpúrea que habían atrapado desde su nacimiento.
Danadän, su madre, le había dado aquel nombre en memoria de la alianza celebrada con el Clän Sindarel en tiempos de la guerra con Hessya que tanta miseria trajo a la raza Fiöna.
Un Cuerno resonó entre los arboles y Sindara se estremeció con el sonido, de inmediato guardo la flauta en un bolsillo de su chaleco y de un salto se puso en pié, corrió entre los arboles hasta alcanzar una hermosa puerta de metal colocada bajo un arco de piedra burda, al cruzarlo se encontró con un racimo de casas de madera muy pálidas hábilmente labradas con adornos, corrió por una calle que ascendía en dirección al centro de la ciudad. Las casas se apiñaban ordenadas a los costados de la calle, todas con techos en dos aguas que dibujaban un paisaje urbano cálido y ordenado, fuentes y pequeños jardines se abrían aquí y allá moteando con flores y arboles los colores de una ciudad con calles en forma de plato roto.
Todas las vías de la ciudad corrían cuesta arriba hasta converger en lo alto de una loma en un anillo con baldosas blancas que rodeaban una empalizada tras la cual sobresalía alto y orgulloso el palacio de Nolthoriön, tallado en la misma piedra del templo que se encontraba abajo.
Sindara no subió rumbo al palacio, por el contrario, torció sus pasos en un callejón que interceptaba con una calle ancha pavimentada con las mismas baldosas blancas, esta se extendía cuesta abajo rumbo a un gran valle dominado por el promontorio donde la ciudad había sido construida. Aceleró sus pasos y rápidamente atravesó la ciudad hasta llegar a las puertas de ésta, franqueadas por altos muros de piedra que guardaban la ciudad. Cruzó la acrada justo al momento en el que aquel cuerno sonaba una vez mas.
El sonido rebotó por todo el valle durante algunos segundos y Sindara se detuvo atenta, a lo lejos, en el punto mas bajo del valle un resueno parecido al cuerno respondió al llamado mientras un pequeño tremor sacudió la tierra, Sindara pudo sentir la vibración en sus pies calzados con botas de piel mullida hasta las pantorrillas, se arrodilló y colocó la palma de su mano sobre el camino de tierra ya fuera de la ciudad.
El leve tremor crecía mientras el cuerno resonaba una vez mas, miró a un costado, a lo lejos una multitud de Fiönas aguardaba junto a una extraña estructura de madera de dimensiones asombrosas que se encontraba conectada con la gran muralla de Nolthoriön. recorrió con la mirada todo el valle siguiendo la senda del camino que serpenteaba valle abajo hasta perderse entre grandes lomerios de hierba verde que parecían un océano verde.
La vibración se acrecentó y el tremor de la tierra comenzó a mover la grava del camino, Sindara lanzó un grito de emoción y corrió para reunirse con su gente, una sonrisa se dibujó en su rostro mientras corría con todas sus fuerzas.
Llegó donde la gente se encontraba reunida, cientos de fiönas ataviados con guantes y botas de piel aguardaban expectantes, algunos encaramados en aquella estructura, otros montados a caballo y otros mas a pié con enormes pértigas de madera que remataban con látigos de soga en la punta.
Colosal fue el bramido que sacudió el aire rebotando en las murallas y esparciéndose sobre el gran valle. había un grupo de Fiönas que se encontraba a cincuenta metros bajando rumbo al valle, varios de ellos con cabello cano trenzado en la espalda daban instrucciones a un Fiöna de talla grande con barba roja, otros escuchaban atentos.
A la señal de los mas viejos varias decenas de Fiönas montaron a caballo y desplegaron abanicos enormes de colores montados en ligeras estructuras sobre las ancas de sus caballos.
Un bramido mas retumbó en lontananza, ¡uno mas! y otro hasta que un ensordecedor coro de bramidos graves y guturales llenaron la ladera de la colina.
A lo lejos una enorme mancha negra asomó por una de las lomas, detrás de esta una pequeña linea moteada de colores café, negro, amarillo y terracota recortó el horizonte, detrás, se formaba una nube de polvo parecida a las tormentas de arena que azotan el desierto de Daicüm en la parte meridional del continente.
Aquella linea se extendió cubriendo todo el horizonte y comenzó a crecer. Un Fiöna con el rostro pintado de color rojo lanzó un grito de excitación mientras el cuerno resonaba estridente sobre las murallas, toda la gente lanzó un aullido que rivalizó con los bramidos que cubrían el valle entero.
La mancha moteada del horizonte se extendió acercándose cada vez mas a ellos, los ancianos dieron instrucciones al fiöna de la barba roja y esté haciendo una señal a los jinetes, emprendió una vertiginosa carrera cuesta abajo.
El espectáculo de los jinetes galopando en el valle sobre caballos con crestas en abanico extendido de mas de diez metros de altura era increíble.