jueves, 20 de diciembre de 2012

Paco Paquito



Mucho tiempo atrás vivía en un hermoso pueblito cerca del DF llamado Valle de Bravo, en aquel lugar, mi esposa y yo teníamos una cafetería donde teníamos cierta actividad literaria dentro de la comunidad.
Todos los miércoles por la tarde teníamos la tarde de cuentos para niños, en ella contábamos historias, cantábamos y hacíamos actividades con los niños, de ésas épocas es esta historia acompañada de su canción y las ilustraciones que hice un buen día para contar la historia de Paco Paquito, un niño que como cualquiera de nosotros gusta de aventurarse en cualquier cosa cargando siempre con las correspondientes consecuencias.

Creo que todos nosotros, fuimos o somos todavía un Paco Paquito, saltando cerquitos por la vida.



martes, 11 de diciembre de 2012

De Atanael y Sindara Capitulo VII

MIEDO DE ANDAR


El Bosque de Anthoras


Atanael dio un puntapié a la puerta de zámbalo que lo confinaba en su habitación, llevaba ya un par de semanas encerrado ahí, desde aquel día en la fragua cuando una sorprendente hechicería se había apoderado de él, su padre mas aterrado que disgustado, lo había confinado en su casa sin que tuviese contacto con nadie, tan solo su hermana Mänuen lo visitaba tres veces al día para llevarle comida. 
El cerrojo de la puerta dio un quejido y entró su hermana, era menor que Atanael, una larga cabellera azabache hondeaba por su espalda hasta la cintura, su piel era clara con un tono rosado, su rostro deslumbraba de alegría, la chica siempre dibujaba una sonrisa, hasta en los peores momentos y Atanael le tenía gran aprecio por esto.
Mänuen entró a la habitación con una charola, sobre esta humeaba un buen trozo de carne, pan y una jarra con cerveza, coloco la charola sobre una mesa y mirando a su hermano con amor se sentó sobre la cama.

-¿Como estas? La voz de Mänuen podría calmar a la bestia mas enfurecida, Atanael se sentó junto a ella y la chica le talló la espalda con fuerza en una caricia tiernamente disimulada.

-¡Desesperado!, no resisto estar aquí encerrado con un pedazo de metal clavado en el pecho mientras el abuelo va en camino al otro lado de la tierra.

-¡Toda la aldea está desconcertada!, después de tu "Acto" en la fragua, la voz se corrió por todas partes y hay quienes dicen que puedes embrujar a todo Anthoras, también hablan de una bestia que ronda por el bosque, dicen que es enorme y que derriba arboles a su paso, muchos tienen miedo; para colmo, esta mañana pasaron por aquí dos mensajeros de Nolthorión, buscaban la caravana de viajeros para hacerlos regresar a la ciudad, en cuanto les dijimos que habían partido rumbo a las montañas fueron tras ellos, algo está sucediendo en la capital y tal vez tenga que ver con la partida del abuelo.

La mente de Atanael giró en todas direcciones, no podría permanecer encerrado en aquella habitación por mucho tiempo.

-Tengo que salir de aquí o me voy a volver loco, ¡algo ha de haber que pueda yo hacer en medio de este caos!

Mänuen lo miró seria a los ojos, y tomándolo de la mano preguntó:

-¿Es cierto eso que dicen? ¿calentaste el metal con solo golpearlo? ¿compusiste música con el yunque y el metal te obedecía? Atanael asintió.

-¡Tengo miedo hermano! todo esto sucediendo y tu con esa cosa en el pecho, realmente creo que todo lo que te ocurrió tendrá que ver, pero tengo miedo, ¿Y si algo te sucede? ¿tu que crees? apenas eres un muchacho, y de armas no sabes mas que la manera de facturarlas en la fragua, mucho menos salir al mundo a enfrentar quien sabe que cosas, pero encerrado aquí ¡dudo que algo se pueda solucionar!

Atanael abrazo a Mänuen diciendo:

-Yo tampoco entiendo nada, y también tengo miedo, pero no creo que estar aquí evite que las cosas se pongan peor, el abuelo me dijo antes de partir que debía iniciar mi instrucción siguiendo mis instintos y creo que la única manera de averiguarlo es salir a buscar respuestas.

Mänuen acarició la mejilla de Atanael mientras unas lágrimas asomaban por sus ojos, lo miró por un largo rato, se levantó y salió rápidamente de la habitación.
Atanael se llevó las manos a la cara desesperado, le sorprendió no escuchar el sonido del cerrojo cuando su hermana saliera, de pronto un chasquido de metales sonó en la puerta, levantó la mirada, Mänuen se encontraba de pié en la puerta, cargaba a Crüfunmir, la espada que le regalara su abuelo y un hermoso escudo en tonos plateados y verde metálico con el emblema de la familia preciosa mente trabajado al estilo de los escudos de la guardia de Nolthoriön.

-Aunque papá no me lo permite, el abuelo también me enseñó a forjar, hice este escudo para ti Atanael, espero que pueda guardarte de lo que sea que tengas que enfrentar allá afuera, ten cuidado  y encuentra de una buena vez lo que tienes que hacer. Colocó el escudo junto al muro y la espada a un lado; salió de la habitación dejando la puerta abierta. 

Atanael no lo pensó dos veces, tomó una mochila de cuero y después de envolver la carne y el pan, tomó el escudo, la espada y salió cautelosamente por la puerta, la estancia estaba desierta, caminó con cuidado a la puerta de la casa, giró lentamente el picaporte.
Afuera era apenas de mañana, En el patio que separaba la casa del acceso principal de la propiedad no había mas que algunos gansos picoteando lo guijarros, salió por la puerta y dando un respingo libró las escaleras del porche, corrió rumbo a la arcada de piedra que daba a la calle principal de la aldea, cuando estuvo de pie en el camino de tierra miro en todas direcciones, a lo lejos en dirección al centro de la aldea, un grupo numeroso de Fiönas se acercaba, rápidamente se agacho y casi a gatas giró rumbo a las afueras de Anthoras y avanzó lentamente hasta que consideró que estaba fuera de vista.
Cuando se sintió libre corrió lo mas rápido que pudo y no paró hasta que avistó el lindero del bosque, se interno entre los arbustos y casi sin aliento se ocultó entre la maleza.
Aguardó un momento hasta que regresó su aliento, el sudor escurría por su rostro y miró el grupo que salía de la aldea justamente en dirección al bosque. Unos veinte finönas armados con lanzas, espadas y hachas avanzaban justamente en la dirección en que Atanael se encontraba, se acostó en el piso y guardó silencio.

-El carnicero asegura haber visto a la criatura moviéndose por este lado, según cuenta, iba bordeando el lindero del bosque ¡seguramente buscando alguna presa que atacar! decía Märthos el carpintero de Anthoras.

-Será mejor que nos separemos para acorralar a la bestia, pero solo en dos grupos, por lo que cuentan, es enorme y no debemos debilitárnos en números pequeños, así atacaremos con mayor fuerza. sugirió Menelëas el panadero.

¡Miren ahí! ese rastro es inconfundible. Gritó alguien apuntando a algunos metros de donde se ocultaba Atanael.

Aquél era efectiva mente un rastro inconfundible, un andador se formaba por donde algo enorme había pasado, todas las ramas se encontraban quebradas, altos arboles habían sido empujados a un lado y otros yacían tirados en el piso del bosque, cualquiera que fuera aquella bestia tendría una terrible fuerza como para arrancar arboles de raíz a su paso.

-El coraje y valor que había mostrado Märthos se esfumaron mientras se colocaba en la retaguardia del contingente como un perro con la cola entre las patas, fue el panadero quien tomó la iniciativa y se internó en el bosque.

-Será mejor que encontremos esa cosa antes de que nos sorprenda a nosotros. No fueron pocos los que dudaron en seguirlo, de hecho una vez que se hubo internado en el bosque giró la cabeza y se encontró solo en aquel pasillo destruido, sus ojos se abrieron mas de la cuenta y gritó:

-¡Andando zarta de cobardes! Los fiönas se miraron unos a otros y lentamente, uno por uno, se internaron siguiendo aquel extraño rastro.

Atanael permaneció inmóvil hasta que los sonidos del grupo se extinguiéron dentro del bosque, miro con atención el corredor abierto entre la espesura, el bosque de Anthoras era muy denso, con arboles viejos de troncos gruesos y espesa maleza por doquier, realmente era impresionante ver aquel rastro de destrucción en el bosque, era como un túnel excavado entre los arboles, y a medida que se internaba en el bosque se volvía mas y mas oscuro.

El muchacho se levantó y después de sacudirse tomo el camino que rodeaba el bosque, lo conocía muy bien, había cruzado el bosque muchas veces y le agradaba pasar mucho tiempo dentro. Aquel bosque era como parte de su familia, si acaso tenía sed, sabía perfecta mente donde encontrar un manantial para tomar agua, si estaba hambriento, solo tenía que acercarse a alguno de los muchos arroyos que lo cruzaban para encontrar pescado fresco, o encaminarse a los lomeríos donde habitaban ciervos y jabalíes.
De ese modo Atanael sabía también cuales eran los mejores senderos para atravesar el bosque, los que ofrecían menor dificultad en su topografía, los que eran mas cortos y fáciles de andar, por eso es que caminó un buen tiempo mas hasta encontrar el sendero apropiado, se internó en el bosque, pero esta vez había algo que lo ponía nervioso, el mismo había visto a la criatura que rondaba por ahí, sabía que no era un animal, pero no estaba seguro de que tan peligrosa sería, por esto anduvo con cuidado, poniendo mucha atención para no hacer ruido ni dejar un rastro notable.
Caminó por varias horas, casi hasta el medio día y el hambre comenzó a hacer rugir sus entrañas, pensó en ahorrar la carne, el pan y la cerveza que había guardado para una ocasión mas crítica, no sabía exactamente a donde lo llevaría su viaje.
Para encontrar al abuelo debería llegar a Mör Sindol, al otro lado del continente, atravesando el bosque de Anthoras hasta llegar a Nolthorion, la capital, desde ahí el camino era aún muy largo, atravesando el Bosque de Forya, después, debería atravesar el tridente, una enorme cadena montañosa para después cubrir las desiertas tierras de Linthuan hasta la península de Mör Sindol. Lo mas lejos que Atanael había llegado era el lindero poniente del bosque de Anthoras, desde donde apenas se miraban las planicies de Nolthorión, no tenía la menor idea de como lograría hacer un viaje tan largo.

El hambre lo sacó de sus meditaciónes, escuchó el sonido de un arroyo que conocía, allí podría pescar algo para comer, siguió adelante y después de una pequeña loma encontró un claro en el bosque que se abría en el remanso del arroyo, alfombrado con grava, piedras de río y guijarros, era el lugar perfecto para pescar. Arrancó una rama y sacándole punta con su espada improvisó un arpón, se quitó las botas y metiéndose al río comenzó a buscar.

Después de un buen rato, tenía ya tres pescados y buscaba un cuarto para poder contar con lo suficiente para atravesar el bosque sin que el hambre lo volviera a a detener, se inclinó sobre un enorme pez que descansaba tranquilo bajo la sombra de los arboles en la orilla del remanso, se acercó con cuidad y elevó el brazo para lanzar el arpón, pero al momento de lanzarlo resbalo de la piedra sobre la que se encontraba, una mano fuerte lo tomó del brazo e impidió que cayera al agua, Atanael volteó exaltado, un muchacho de su edad lo sostenía.

-¡Cuidado! una caída como esa podría romperte una pierna y arruinar tu almuerzo, que si no te molesta me gustaría compartir contigo.

Un fiöna joven y de cabellos rubios, su piel era clara con las mejillas rosadas, los ojos amarillos acusaban su origen Cëntor.

-Gracias, respondió Atanael, no creo que me hubiera roto una pierna pero me salvaste de andar con la ropa mojada para todo lo que queda del día, ¿Como te llamas? Preguntó Atanael.


-Mi nombre es Damachdiël vengo de Taras Lëvie, una pequeña aldea en Balel.

El reino de Nolthorión donde habitaba el clan Cëntor estaba dividido en tres provincias, Anthoras hogar de Atanael en la frontera septentrional, Balël en el centro de un gran valle formado por las montañas escarlata en las fronteras meridionales del reino y Nolthorión, la capital, que se encontraba al poniente y que colindaba con las tierras de Semfonth el reino del clan Andüy

-Pues te encuentras muy lejos de casa y en la mitad del bosque de Anthoras, supongo que estarás perdido. Afirmó Atanael.

-Algo hay de verdad en lo que dices, pero por lo pronto muero de hambre y uno de esos grandes pescados que tienes allá me vendrían muy bien ¿Que te parece si enciendo un fuego a cambio de uno de tus pescados? 

-¡Perfecto! respondió Atanael,

-Enciéndelo mientras yo pesco un par más, nos harán falta.

Atanael continuó pescando mientras Damachdiël intentaba encender el fuego. Cuando Atanael terminó de pescar se acercó a donde el muchacho había juntado un poco de leña, intentaba afanosa mente de encender el fuego, pero a leguas se notaba que no tenía experiencia en aquella tarea, Atanael sonrió y tomando un poco de hierba seca la colocó junto a la leña y sacando un par de pedernales de su mochila dio tres chasquidos y comenzó a soplar, en menos de lo que se esperaba el fuego ardía ya, todos los años de trabajo en la fragua lo habían hecho dominar el fuego y de hecho se sentía muy orgulloso de lo rápido que podía encender una hoguera.

Damachdiël dejo escapar una carcajada al ver la habilidad del herrero.

-¡Si las cosas siguen así, mi deuda contigo crecerá hasta las nubes! los dos rieron y comenzaron a preparar los pescados.

Muy pronto la comida estaba lista y los dos comían como si no hubieran comido en días.

-Dime Damachdiël ¿a donde te diriges? 

-¡Nolthorión! afirmó el muchacho con la boca llena. Trataba de librar las montañas escarlata buscando un paso, pero parece que me desvié demasiado al norte, ahora sigo el sol poniente, supongo que eso me servirá.

-Si quieres visitar el Valle de Ranjás en el centro del tridente antes de llegar a Nolthorión vas por el camino correcto, pues allí es a donde te guiará el sol poniente si es que continuas siguiéndolo. Aseveró Atanael en tono burlón.

-Sucede que yo también llevo esa dirección, y no me vendrá mal un acompañante en mi camino, dicen que ronda por estos bosques, una criatura enorme que desmiembra los arboles a su paso. dijo Atanael.

-¡Patrañas! no existe tal criatura, exclamó Damachdiël incrédulo.

-¡Valla que es cierto! comentó Atanael mientras arrancaba la espina dorsal del pescado que se comía. Yo mismo vi a esa cosa en los linderos del bosque algunas semanas atrás, pero no es un animal, de hecho es…

Atanael cayó en cuenta mientras miraba a Damachdiël que usaba una armadura de cuero como la que había visto aquél día de la tormenta semanas atrás, fijó su mirada en los ojos de Damachdiël y reconoció la mirada que lo había observado entonces, esos ojos que quemaban, pero a la vez sentía una extraña empatía por aquel muchacho.

El herrero soltó un grito de terror escupiendo el bocado que masticaba, la impresión lo tiró de espaldas, a la velocidad del rayo Damachdiél se puso de pié de un salto y tomando a Atanael por el brazo lo detuvo impidiendo que cayera y se golpeara en la espalda, suavemente lo levantó como si fuera un fardo de paja y lo colocó de pié frente a el.

Atanael hecho a correr y dando traspiés se internó de nuevo en el bosque.

-¡Espera Atanael! no hay por que correr.

Atanael corría entre los árboles aterrado, arañándose y golpeándose con las ramas, miró hacia atrás, habría avanzado una buena distancia, el remanso del río ya no se alcanzaba a ver, pero el terror pasó a miedo de muerte cuando vio como los arboles se sacudían y se hacían a un lado mientras Damachdiël lo perseguía.
Dando gritos de terror Atanael siguió corriendo desesperada mente, el terror lo había cegado, resbalaba, caía y volvía a levantarse viendo como los arboles caían al paso de la criatura que lo perseguía, alcanzó la parte alta de una pequeña loma y mientras miraba atrás tropezó con una piedra y se golpeó la cabeza con un tronco, de inmediato todo le dio vueltas y cayó mareado al piso sin que sus piernas pudieran responder.
Con la vista nublada alcanzó a ver como los arboles se sacudían y caían a tan solo unos metros de él, soltó un grito desgarrado y de su pecho comenzó a emanar el destello cobrizo del medallón con un resplandor cegador, miró a muchacho que lo perseguía abriendo los arboles como si fueran cortinas, pero el herrero quedó mudo al reconocer un brillo idéntico al suyo que salía del pecho de Damachdiël.
Cuando estuvo junto a Atanael, Damachdiël desató las cintas de su camisola y la abrió para mostrarle el pecho, al igual que Atanael un circulo incrustado en la carne del Fiöna brillaba por debajo de la piel, pero éste era de un tono dorado.


El paso de Damachdiël


jueves, 29 de noviembre de 2012

Ya de regreso desde las tierras de Allá





Que tal, por fin regreso de una buena vuelta por las tierras de Allá y hay mucho que contar, pero quisiera hacerles una consulta:
Tengo tiempo publicando capítulos de la historia de Atanael y Sindara en el blog, sin embargo el Blog fue creado con un enfoque de cuentos para niños, estoy pensando en dejar de publicar la Novela y regresar a publicar cuentos para niños mas pequeños.

Me interesa saber su opinión, ¿Que prefieren?

miércoles, 7 de noviembre de 2012

De Atanael y Sindara Capitulo VI





Sindara se llevó los dedos a la boca y silbó con todas sus fuerzas, un hermoso Palomino que se encontraba junto a otros caballos dio un respingo y galopó junto a la joven quien saltó sobre la grupa del corcel y arrancó a toda prisa siguiendo a los jinetes que se habían adelantado.
Mientras bajaba por la ladera de la colina abrió el abanico montado sobre el caballo, tenía muchos diseños pintados en color verde y asemejaba el rostro de una bestia mostrando los colmillos con grandes ojos amarillos.

Aceleró y cuando estaba por alcanzar la vanguardia de jinetes miró al horizonte, una enorme manada de bisontes avanzaba a paso tranquilo pero rápido en dirección a ellos encabezada por un enorme bisonte lanudo de color negro que tenía mas de seis veces la altura de un caballo, su cabeza estaba coronada por una impresionante cornamenta retorcida, sus enormes ojos negros brillaban acusando cierta inteligencia, sus oscuras pezuñas hacían crujir la tierra y pulverizaban las rocas que pisaba convirtiendolas en polvo.
Mas y mas bisontes asomaban por el horizonte cubriéndolo en toda su extensión, el bramido de las bestias era ensordecedor alimentado por el tremor de millones de pesuñas batiendo contra el piso, era hermoso verlos correr por la gran pradera, el pelaje, que se hacía mas largo en las patas, hondeaba mientras corrían, y las grandes cornamentas agitándose al ritmo del correr de la manada simulaba una danza de un gigantesco ciempiés por el horizonte enmarcadaopor una gran tormenta de arena que los seguía por detrás.

Sindara se emparejó con los jinetes, su padre volteó a mirarla y liberando una carcajada que agito su barba roja le hizo una señal para que se alineara con los demás, Sindara lanzó un grito y parándose en los estribos agitó un brazo animando a sus compañeros, todos aceleraron alineándose frente a la manada, los grandes abanicos se agitaban con el viento y aquello parecía una bandada de dragones de muchos colores volando sobre un gran océano verde.

El tremendo despliegue de color y movimiento provocó la agitación de los bisontes, algunos frenaron en seco y alteraron el curso virando a un costado, la manada comenzó a dispersarse, pero el grupo principal  dirigido por el líder de la manada continuó su carrera incrementando la velocidad. Los jinetes continuaron en su carrera contra el grupo principal, el gran bisonte que lidereaba la manada aceleró, sus grandes zancadas eran firmes y pesadas, la tierra retumbaba bajo su carrera, este era Thürta el líder de la manada de los Nüi.
La vida entera del clan Cëntor giraba en torno a estos bisontes, cada año la manada atravesaba el reino de poniente a oriente y los Fiönas emprendían la cacería que los abastecería durante un año entero de alimento, pieles, huesos para utensilios, grasa y aceite para alimentar las lámparas y todas las materias primas de las que los Cëntor obtenían la mayor parte de su sustento.

Thürta aceleró y bajo la cabeza exponiendo la terrible cornamenta capaz de derrumbar las murallas de la ciudad y al momento de embestir, los jinetes se separaron en dos grupos yendo detrás de los grupos que se habían desviado, giraron en dirección a varias decenas de bisontes y formaron un semicírculo dirigiéndolos a las murallas de la ciudad mientras gritaban y agitaban los abanicos.
Sindara gritaba y agitando un brazo mientras dirigía a los Nüi rumbo a la muralla, su cabello se hondeaba con el viento y ella sentía que volaba junto a los demás Fiönas que corrían junto a ella. Calthas, su padre se adelantó al grupo y haciendo sonar un cuerno dio la señal para los Fiönas que se encontraban a pie junto a la muralla, una multitud de mas de quinientos Fiönas formaron una linea corriendo en dirección a los Nüi que se acercaban corriendo a las murallas de la ciudad, todos llevaban largas pértigas con sogas atadas en la punta, comenzaron a agitarlas haciendo un zumbido constante, el sonido tuvo un efecto inmediato sobre las enormes bestias, aminoraron el paso hasta detenerse por completo, rápidamente la muchedumbre formó un circulo acorralando a los tres animales al pié de las murallas y así, bajo el trance que provocaban los látigos de los Fiönas, los Nüi obedecieron como si fueran cabras, los dirigieron rumbo a la gran estructura de madera que se encontraba adosada a la muralla.

Mientras tanto, el contingente a caballo se dirigió de nuevo rumbo a la manada que formaba ahora un colosal torrente de bisontes que pasaban justo enfrente de las puertas de la ciudad levantando polvo hasta hacer casi imposible la vista. 
Entre el tremor de la manada, los jinetes apartaron de nuevo un grupo de cinco bisontes, Sindara cabalgaba entre dos mujeres Fiönas, una de ellas con una larga cabellera pelirroja peinada en tres largas trenzas que se agitaban en su espalda, llevaba el rostro cubierto con pintura azul, la chica habría dejado apenas la infancia, pero era de una gran talla y montaba ágilmente un fornido garañón negro. Al otro costado acompañando a Sindara había una Fiöna madura, algunas canas asomaban por su negra cabellera que usaba suelta, llevaba la cara pintada de rojo y gritando y silbando llamaba a los demás jinetes para que ayudaran con los animales. Entre las nubes de polvo asomaron cuatro jinetes mas,  y galopando se acercaron.
Sindara miraba a los jinetes acercándose cuando la sorprendió la embestida de un enorme Nüi color miel, de un solo golpe mandó a las tres al suelo, el caballo negro giró por el aire dando tumbos y cayó muerto pesadamente lejos de donde se encontraban. Aquél bisonte giró y embistió de nuevo, esta vez cargando contra la mayor de cabello negro. Algo no estaba bien, los Nüi, aunque solían embestir para abrirse paso, jamas atacaban y preferían huir antes de enfrentarse a cualquier peligro.

Sindara miró al enorme animal que se acercaba corriendo, sangraba por la nariz y los ojos, una nube de espuma se formaba en su hocico.
La chica de las trenzas rojas saltó sobre la mujer adulta y apenas pudieron esquivar la terrible embestida del Nüi, una vez mas el animal dio media vuelta para atacar, esta vez las dos Fiönas se encontraban en el piso con muy poca oportunidad de esquivar el ataque, Sindara corrió en dirección a su caballo y montando de nuevo, extendió el abanico para llamar la atención del Nüi. El bisonte viró en dirección a Sindara cargando a toda velocidad, la chica frenó su caballo y dando media vuelta se dispuso a escapar, pero al girar, se encontró con otros bisontes que pasaban en tremenda estampida y una pesuña golpeo su montura derribándola una vez mas, Sindara tenía los ojos llenos de tierra y tuvo que tallarlos para poder ver borrosamente, vio a lo lejos, la gran mancha del Nüi que se acercaba para embestirla, se puso de pié, tropezó con el caballo y cayó al suelo, tenía a la bestia encima, vio claramente la mirada desquiciada del Nüi dispuesto a aplastarla, el pelaje de su cabeza estaba lleno de sangre y coágulos, trató de arrastrarse para hacerse a un lado y se enredó en la tela del gran abanico de su caballo que se había hecho jirones Atrapada en aquella mortaja era imposible escapar, una zancada mas y el Nüi la destrozaría, de pronto un bramido resonó en el aire y una enorme mole negra embistió al Nüi que atacaba, se trataba de Thürta, el líder de la manada, quien acertó un golpe certero en el costado del bisonte, arrojando muerto a una buena distancia de donde se encontraban.

Mucho tiempo transcurrió antes de que la manada pasara por completo y el polvo comenzara a disiparse, la tierra continuaba estremeciéndose cuando Sindara se puso de pié. Cerca de ella estaban las dos Fiönas sanas y salvas de pié frente al enorme Thürta quien miraba al bisonte muerto sobre la hierba.

La joven se acercó al enorme bisonte y este la miró liberando un gemido quejumbroso, volteó a ver al animal tendido sobre el piso, ya mas tranquila, notó que el animal había estado enfermo, el pelaje cobrizo se había caído y manchas calvas sobre su cuerpo se apreciaban aquí y allá, la piel se apreciaba enrojecida e irritada, rodeó al animal para mirar su rostro, los ojos en blanco supuraban sangre en una mezcla densa con un líquido amarillo que también emergía del hocico, por las fosas nasales salían gusanos y el característico olor a almizcle había dado paso a una horrorosa fetidez.
Sindara continuó rodeando al animal en dirección al lomo.

La chica dio un grito aterrador cuando encontró atado al lomo del animal, el cuerpo desnudo de un Fiöna de cabellos blancos.
Por su apariencia llevaba varios días muerto, sogas ensangrentadas aferraban las muñecas y los tobillos al bisonte, pero lo mas aterrador era que el cadáver Fiöna presentaba las mismas características del Nüi, el cabello se había desprendido en varios puntos,  la sangre escurría de sus ojos y su boca, se acercó cubriendo la boca y le abrió uno de los párpados.

¡Agusanados ojos color plata! Un Sindarel asesinado terriblemente.

Varios jinetes se acercaron y desmontando apreciaron con terror la horrible escena, la pequeña de trenzas rojas hechó a llorar, abrazando a la mujer de cabellos negros a la que apenas había salvado.
Para ese momento, Calthas y el grupo de ancianos ya habían llegado al sitio, miraron en silencio, algunos cayeron de rodillas llorando y otros mas gritaron con dolor:

-¡Hessia tur methram Sindarel! 
¡Hessia nacida del vientre de los Sindarel!

Esto era obra de Hessya, el temido enemigo de los Fiönas, las piernas de Sindaras fallaron y se doblaron ante el terror de mirar de frente la obra de Hessya tan temida por toda su estirpe, había regresado de nuevo, la perdicción de los Fiönas que tanto había prevenido Danül.

Los gemidos de cientos de Fiönas se hicieron presentes en aquella enorme pradera, el eco de los gritos de terror y angustia rebotaron en las murallas de Nolthoriön.



Cazadores Nüi con corceles y abanicos para pastorear.





Thürta, Lider de los Nüi

martes, 23 de octubre de 2012

De Atanael y Sindara Capitulo V



LA CASA DE SINDARA


La luz del sol bañaba suavemente los pulidos bloques de granito, el color blanco de la roca contrastaba con finas betas purpúreas que parecían bailar animadas por las sombras de miles de hojas que el viento agitaba allá en lo alto. Un embriagante olor a hierba inundaba el pequeño bosquecillo donde se alzaba el templo de Nolthoriön. 
Aquel paraje estaba desierto y las hojas cantaban con un suave siseo, acompañando la melodía que Sindara tocaba en una flauta.
Sentada sobre la hierba apoyaba la espalda en el muro Septentrional del templo. Labradas en la roca estaban las figuras de todos los reyes del Clan Cëntor desde el principio de los tiempos, comenzando con la figura del mismo Cëntor  quien fundara el Clan Cëntor, hasta el último monarca de la casa Cëntor, Calthas, las facciones del Fiöna labrado en la piedra reflejaban el mismo perfil de la chica quien despreocupadamente sobre las hojas secas interpretaba dulces notas que hacían eco en el bosque.
Sindara Dän Calthas Tur Methram Danadän Eph Ras Nolthoriön Tög Cënthor Farmëlion, así había sido nombrada el día de su nacimiento, así los Fiönas nombran a la gente: 
"Esta es Sindara hija de Calthas nacida del vientre de Danadän en Nolthoriön quien en imagen, espíritu y voluntad pertenece al Clan Cëntor".

La gente de Nolthoriön contaba que el día del nacimiento de Sindara, cosas excepcionales habían ocurrido. El cielo había devorado al sol, oscureciéndolo todo y en medio de las tinieblas, una estrella purpúrea había asomado por el horizonte, un amanecer morado iluminó la punta de la torre mas alta de Notlhoriön. Los viejos decían que por la ventana de la habitación se habían colado los rayos de la estrella quedando atrapados en los ojos de la infanta y así, desde entonces, mezclado con el color amarillo de sus ojos Cëntor un tenue tono morado los hacía brillantes pero profundos a la vez.
La chica de amarillos cabellos tenía un rostro pálido y afilado donde los destellos de aquellos ojos amarillos atrapaban y sumergían en una insondable tranquilidad a todo aquel que los mirara, algunos decían incluso, que si se miraba con detenimiento podía notarse en lo profundo de aquella insondable mirada, la luz purpúrea que habían atrapado desde su nacimiento.

Danadän, su madre, le había dado aquel nombre en memoria de la alianza celebrada con el Clän Sindarel en tiempos de la guerra con Hessya que tanta miseria trajo a la raza Fiöna.

Un Cuerno resonó entre los arboles y Sindara se estremeció con el sonido, de inmediato guardo la flauta en un bolsillo de su chaleco y de un salto se puso en pié, corrió entre los arboles hasta alcanzar una hermosa puerta de metal colocada bajo un arco de piedra burda, al cruzarlo se encontró con un racimo de casas de madera muy pálidas hábilmente labradas con adornos, corrió por una calle que ascendía en dirección al centro de la ciudad. Las casas se apiñaban ordenadas a los costados de la calle, todas con techos en dos aguas que dibujaban un paisaje urbano cálido y ordenado, fuentes y pequeños jardines se abrían aquí y allá moteando con flores y arboles los colores de una ciudad con calles en forma de plato roto.
Todas las vías de la ciudad corrían cuesta arriba hasta converger en lo alto de una loma en un anillo con baldosas blancas que rodeaban una empalizada tras la cual sobresalía alto y orgulloso el palacio de Nolthoriön, tallado en la misma piedra del templo que se encontraba abajo.
Sindara no subió rumbo al palacio, por el contrario, torció sus pasos en un callejón que interceptaba con una calle ancha pavimentada con las mismas baldosas blancas, esta se extendía cuesta abajo rumbo a un gran valle dominado por el promontorio donde la ciudad había sido construida. Aceleró sus pasos y rápidamente atravesó la ciudad hasta llegar a las puertas de ésta, franqueadas por altos muros de piedra que guardaban la ciudad. Cruzó la acrada justo al momento en el que aquel cuerno sonaba una vez mas. 
El sonido rebotó por todo el valle durante algunos segundos y Sindara se detuvo atenta, a lo lejos, en el punto mas bajo del valle un resueno parecido al cuerno respondió al llamado mientras un pequeño tremor sacudió la tierra, Sindara pudo sentir la vibración en sus pies calzados con botas de piel mullida hasta las pantorrillas, se arrodilló y colocó la palma de su mano sobre el camino de tierra ya fuera de la ciudad.
El leve tremor crecía mientras el cuerno resonaba una vez mas, miró a un costado, a lo lejos una multitud de Fiönas aguardaba junto a una extraña estructura de madera de dimensiones asombrosas que se encontraba conectada con la gran muralla de Nolthoriön. recorrió con la mirada todo el valle siguiendo la senda del camino que serpenteaba valle abajo hasta perderse entre grandes lomerios de hierba verde que parecían un océano verde.
La vibración se acrecentó y el tremor de la tierra comenzó a mover la grava del camino, Sindara lanzó un grito de emoción y corrió para reunirse con su gente, una sonrisa se dibujó en su rostro mientras corría con todas sus fuerzas.

Llegó donde la gente se encontraba reunida, cientos de fiönas ataviados con guantes y botas de piel aguardaban expectantes, algunos encaramados en aquella estructura, otros montados a caballo y otros mas a pié con enormes pértigas de madera que remataban con látigos de soga en la punta.
Colosal fue el bramido que sacudió el aire rebotando en las murallas y esparciéndose sobre el gran valle. había un grupo de Fiönas que se encontraba a cincuenta metros bajando rumbo al valle, varios de ellos con cabello cano trenzado en la espalda daban instrucciones a un Fiöna de talla grande con barba roja, otros escuchaban atentos.
A la señal de los mas viejos varias decenas de Fiönas montaron a caballo y desplegaron abanicos enormes de colores montados en ligeras estructuras sobre las ancas de sus caballos.
Un bramido mas retumbó en lontananza, ¡uno mas! y otro hasta que un ensordecedor coro de bramidos graves y guturales llenaron la ladera de la colina.
A lo lejos una enorme mancha negra asomó por una de las lomas, detrás de esta una pequeña linea moteada de colores café, negro, amarillo y terracota recortó el horizonte, detrás, se formaba una nube de polvo parecida a las tormentas de arena que azotan el desierto de Daicüm en la parte meridional del continente.

Aquella linea se extendió cubriendo todo el horizonte y comenzó a crecer. Un Fiöna con el rostro pintado de color rojo lanzó un grito de excitación mientras el cuerno resonaba estridente sobre las murallas, toda la gente lanzó un aullido que rivalizó con los bramidos que cubrían el valle entero.
La mancha moteada del horizonte se extendió acercándose cada vez mas a ellos, los ancianos dieron instrucciones al fiöna de la barba roja y esté haciendo una señal a los jinetes, emprendió una vertiginosa carrera cuesta abajo.
El espectáculo de los jinetes galopando en el valle sobre caballos con crestas en abanico extendido de mas de diez metros de altura era increíble.
Toda la gente que aguardaba al pié de las murallas lanzó un solo grito que pareció cubrir la tierra entera mientras el tremor de la tierra crecía sacudiéndolo todo como un terremoto colosal.





Sindara Dän Calthas Tur Methram Danadän Eph Ras Nolthoriön Tög Cënthor Farmëlion

martes, 16 de octubre de 2012

De Atanael y Sindara Capitulo IV

La Danza del Acero



Oscuros nubarrones se formaron sobre el bosque de Anthoras, el sol se ocultaba al poniente y el viento soplaba azotando los arboles, una tormenta se acercaba y los rayos resplandecían en el oriente.
De pronto un gran destello purpúreo recorrió el cielo y un trueno invadió la tierra, en el bosque algo se movía entre los arbustos, avanzaba a paso constante y ruidoso, las ramas crujían a su paso como si nada pudiese detenerlo, los mismos troncos de aquellos arboles milenarios parecieron hacerse a un lado abriendo paso a lo que fuera que atravesaba el bosque.

La tormenta había alcanzado la aldea de Anthoras y grandes gotas comenzaron a caer sobre las hierbas y la tierra seca, una leve neblina de polvo se levantaba mientras la lluvia mojaba la arcilla convirtiéndola en un espeso lodo.
Atanael despertó al sentir la lluvia cayendo en su rostro, estaba empapado y ríos de lodo corrían a sus costados, se miró el pecho, no había señales del medallón ni cicatriz alguna que acusara la aterradora experiencia que había sufrido. Buscó entre los ríos de lodo que corrían furiosos, pero no pudo encontrar nada, se levantó y corrió desesperado buscando aquel medallón.

-La lluvia se lo habrá llevado, pensó desesperado, corrió siguiendo los numerosos riachuelos, pero no encontró nada.

La lluvia se tornaba cada vez mas fuerte y era casi imposible buscar. Corrió rumbo al camino y alcanzó a ver aquel destello purpúreo en el cielo. Un dolor seco se le clavó en el pecho y cayó al suelo, volvió a mirarse bajo la camisola y reconoció perfectamente bajo la carne, el aro brillante del medallón y el emblema de su familia brillando bajo su piel, soltó un grito aterrador al darse cuenta que el medallón estaba dentro de su pecho, se oprimió la piel y sintió perfectamente el volumen del metal bajo la piel.

Tan pronto como el destello se desvaneció en el horizonte también lo hizo el brillo del medallón hasta que dejó de verse bajo la carne, se tocó de nuevo la piel…pudo sentirlo ahí dentro.
Una desesperación horrible lo invadió y corrió desorientado tropezando y cayendo sobre los enormes charcos que había a un lado del camino. De tropezón en tropezón volvió a ahogarse de terror, un llanto amargo y desesperado desgarraba su garganta y sus lagrimas se perdían entre la lluvia, se tendió en cuatro luces llorando y vomitando.
La lluvia no paraba y transcurrió un largo rato hasta que el cansancio le impidió seguir llorando, su estómago se había vaciado y las contracciones lo habían dejado exhausto, tomó aire y trató de tranquilizarse, alzó la cabeza, a lo lejos, las lamparas de la aldea ya estaban encendidas, tomó fuerzas y se puso de pié, poco a poco y con mucho esfuerzo comenzó a caminar. Paso a paso el terror se disipaba, caminaba con la cabeza baja, revisando su pecho en todo momento, no podía creerlo.

 -¿que extraña brujería era esto? Una y otra vez pasaba los dedos sobre el medallón, lo sentía perfectamente, se había adherido a sus entrañas.


Un ruido seco entre el sonido de la lluvia atrajo su atención en dirección de los arboles en el lindero del bosque, algo se movía ahí dentro, un árbol enorme se tambaleó y el siguiente también, describiendo la trayectoria de un andar terrible, entre las sombras distinguió perfectamente unos ojos que brillaron con la intensidad del fuego.
El movimiento cesó y aquella criatura se quedó inmóvil entre las sombras del bosque, un escalofrío agudo recorrió la espalda de Atanel pero no sintió miedo, una extraña empatía en esa mirada lo atrajo, dio un paso en dirección al bosque, un paso mas, aquellos ojos se volvieron cada vez mas claros y entre la penumbra del bosque una silueta comenzó a aclararse, avanzaba lentamente acercándose cada vez mas a Atanael. 
Cuando se encontraba en la orilla del bosque un poco de luz permitió adivinar una figura ataviada en armadura de cuero, tras el lodo y algunas hojas se apreciaba un rostro pálido.
Atanael se dispuso a acercarse mas cuando por detrás de él una mano firme lo tomó por el brazo, ¡el muchacho volteó rápidamente y dio un grito! 
Se encontró con la mirada bicolor de su padre que ardiendo en rabia le gritaba

-¡Donde haz estado! te hemos buscado todo el día, ¿por que no te presentaste en la fragua?

Atanael volvió la mirada al bosque, la figura había desaparecido.

-Pero…¡padre! yo solo estaba…

-¡Nada de eso! Ahora mismo regresarás y tendrás que reponer el tiempo que gastaste holgazaneando.

Casi a rastras, Tandras llevó al muchacho de vuelta a la aldea.

El día siguiente Atanael fue encomendado a realizar varias tareas, tendría que trabajar tiempo extra para pagar el día de ausencia.
Aún no acababa de comprender lo que había sucedido, constantemente se tocaba el pecho delineando el medallón que se había fundido en el.
Continuó trabajando en aquella reja para el carnicero, la imagen de aquellos ojos regresó a su mente:

-¡Una mirada que quemaba! pensó Atanael mientras golpeaba hábilmente el metal sobre un viejo yunque. 

Le pareció extraño, el metal parecía adivinar la intensión del muchacho y se mostraba maleable y dócil como arcilla, continuó trabajando con entusiasmo, encantado de la facilidad con la que las barras de metal caliente cobraban forma, una a una las barras de la reja se torcían bajo el martillo del joven herrero, un extraño frenesí lo invadió, parecía no darse cuenta de lo que ocurría mientras trabajaba.
Tomaba una barra y al comenzarla a golpear, esta se calentaba por si sola hasta alcanzar el rojo vivo, el metal parecía cantar bajo el rítmico golpe del martillo, aquella hermosa música rebotaba por los altos techos de la fragua e invadía todo el viejo edificio. El sudor chorreaba por el rostro de Atanael sin darse cuenta que el metal se calentaba y adquiría forma casi por si solo. 
En el cubículo contiguo trabajaba un oficial herrero llamado Mäko un diestro Fiöna que había hecho renombre por su mal humor, la música que componía Atanael en su yunque había invadido completamente el lugar y Mäko, también sin darse cuenta y a pesar de su acostumbrado mal humor golpeaba con alegría el metal que comenzó a tomar la forma de una espada contagiado de aquella extraña pasión. 
Uno a uno, todos los herreros del taller fueron cayendo presa del frenesí laboral que poseía a Atanael, trabajaban sin darse cuenta sobre el metal que se calentaba solo y bailaba sobre los yunques y las mesas de trabajo, una especie de hipnosis colectiva tomó posesión de todos aquellos que se encontraban dentro de la fragua.
La imagen del industrioso taller era impresionante, los usuales chasquidos cacofónicos de la fragua eran ahora una sinfonía de timbales, címbalos y crótalos. Los ayudantes corrían, yendo y viniendo de las bodegas con el metal en placa o en barra, materia prima que colocaban hipnóticos sobre los lugares de trabajo mientras los oficiales y maestros trabajaban en mil y un productos donde el metal, calentándose por si solo bailaba resplandeciendo con su característico color anaranjado brillante, herramientas subían y bajaban de los estantes, el vapor de los cuencos de agua se levantaba cuando se sumergía el metal caliente hasta que una bruma se formó en el interior de la fragua, de vez en cuando un grito de regocijo se dejaba oír entre el bullicio.

Un aterrado grito detuvo la hermosa danza del acero, en el umbral de la puerta principal de la fragua se encontraba Tandras, su rostro delataba la exaltada impresión que aquella visión le había provocado, todo quedó en silencio y el brillo de los metales se extinguió al enfriarse.
Tandrás caminó por la fragua en grandes zancadas hasta llegar junto a su hijo, miraba fijamente el pecho del muchacho, bajo la camisola empapada de sudor se fugaba el cobrizo brillo del medallón, Atanael se cubrió el pecho con una mano y el brillo desapareció.



ARQUITECTURA FIÖNICA

Durante varios años he tratado de plasmar en ilustraciones las hermosas imágenes de los territorios que habitan los Fiönas.
Aquí les dejo algunos bosquejos de La Fragua de Tandras, el hermoso edificio donde trabajaba Atanael, como se describe en la historia, se trata de un edificio de dimensiones enormes, aún no he terminado ninguna de las imágenes pero traté de plasmar la naturaleza del edificio.



Esta es el intento de una perspectiva exterior de la fragua, tuve a mal echarla a perder al tratar de ilustrar las tejas, prometo volverla a hacer para que les quede mas clara la idea.



Otra perspectiva exterior donde se aprecia la geometría del edificio, se trata de una intersección de 5 naves en un hermoso crucero con una cúpula que aloja la fragua principal, aquí puede apreciarse el oculo en el acceso principal con el símbolo de la familia de Atanael.



El alzado principal del edificio, con las naves ojivales de cañón donde se alojan los cubiculos de los herreros.



Una sección transversal del edificio, aquí puede apreciarse la bóveda trunca sobre la gran fragua es por el orificio superior donde se desfoga el humo que despide la fragua.



Una planta de conjunto con los remates de la bóveda, la chimenea superior y las cinco naves ojivales.



La planta del edificio, montado sobre un pedestal de mas de 4 metros de alto que aloja las bodegas, en la segunda planta donde están la fragua al centro y las naves con cubiculos de trabajo para el taller dispuestos en una planta pentagonal, la geometría que honra la memoria de la Diosa Danül.

¡Tiremos todos juntos de la cuerda!!

¡Tiremos todos juntos de la cuerda!!
Una historia para mi hermosa tierra: México

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Provengo de una familia donde la épica y la fantasía se mezclan con la realidad, crecí escuchando histórias fantasticas de mi abuelo en las profundidades de la Huasteca, mas adelante me cautivaron toda clase de libros con historias de tierras lejanas y personajes asombrosos, comencé a escribir desde los 9 años, durante la adolescencia me entregué a la literatura épica y fantástica y de alguna manera mi vida se contagió y las histórias comenzaron a suceder delante de mis ojos. Al convertirme en padre y tener la oportunidad de contar cuentos e histórias estalló dentro de mí una fascinación por crear, ilustrar y musicalizar cuanta história brotaba de mi cabeza o la de mis hijos, el día de hoy me doy cuenta de que mi propia vida es el mejor lugar de donde sacar historias y gozo profundamente al plasmarla en alegorías con imágenes, textos y musica.