MIEDO DE ANDAR
El Bosque de Anthoras
Atanael dio un puntapié a la puerta de zámbalo que lo confinaba en su habitación, llevaba ya un par de semanas encerrado ahí, desde aquel día en la fragua cuando una sorprendente hechicería se había apoderado de él, su padre mas aterrado que disgustado, lo había confinado en su casa sin que tuviese contacto con nadie, tan solo su hermana Mänuen lo visitaba tres veces al día para llevarle comida.
El cerrojo de la puerta dio un quejido y entró su hermana, era menor que Atanael, una larga cabellera azabache hondeaba por su espalda hasta la cintura, su piel era clara con un tono rosado, su rostro deslumbraba de alegría, la chica siempre dibujaba una sonrisa, hasta en los peores momentos y Atanael le tenía gran aprecio por esto.
Mänuen entró a la habitación con una charola, sobre esta humeaba un buen trozo de carne, pan y una jarra con cerveza, coloco la charola sobre una mesa y mirando a su hermano con amor se sentó sobre la cama.
-¿Como estas? La voz de Mänuen podría calmar a la bestia mas enfurecida, Atanael se sentó junto a ella y la chica le talló la espalda con fuerza en una caricia tiernamente disimulada.
-¡Desesperado!, no resisto estar aquí encerrado con un pedazo de metal clavado en el pecho mientras el abuelo va en camino al otro lado de la tierra.
-¡Toda la aldea está desconcertada!, después de tu "Acto" en la fragua, la voz se corrió por todas partes y hay quienes dicen que puedes embrujar a todo Anthoras, también hablan de una bestia que ronda por el bosque, dicen que es enorme y que derriba arboles a su paso, muchos tienen miedo; para colmo, esta mañana pasaron por aquí dos mensajeros de Nolthorión, buscaban la caravana de viajeros para hacerlos regresar a la ciudad, en cuanto les dijimos que habían partido rumbo a las montañas fueron tras ellos, algo está sucediendo en la capital y tal vez tenga que ver con la partida del abuelo.
La mente de Atanael giró en todas direcciones, no podría permanecer encerrado en aquella habitación por mucho tiempo.
-Tengo que salir de aquí o me voy a volver loco, ¡algo ha de haber que pueda yo hacer en medio de este caos!
Mänuen lo miró seria a los ojos, y tomándolo de la mano preguntó:
-¿Es cierto eso que dicen? ¿calentaste el metal con solo golpearlo? ¿compusiste música con el yunque y el metal te obedecía? Atanael asintió.
-¡Tengo miedo hermano! todo esto sucediendo y tu con esa cosa en el pecho, realmente creo que todo lo que te ocurrió tendrá que ver, pero tengo miedo, ¿Y si algo te sucede? ¿tu que crees? apenas eres un muchacho, y de armas no sabes mas que la manera de facturarlas en la fragua, mucho menos salir al mundo a enfrentar quien sabe que cosas, pero encerrado aquí ¡dudo que algo se pueda solucionar!
Atanael abrazo a Mänuen diciendo:
-Yo tampoco entiendo nada, y también tengo miedo, pero no creo que estar aquí evite que las cosas se pongan peor, el abuelo me dijo antes de partir que debía iniciar mi instrucción siguiendo mis instintos y creo que la única manera de averiguarlo es salir a buscar respuestas.
Mänuen acarició la mejilla de Atanael mientras unas lágrimas asomaban por sus ojos, lo miró por un largo rato, se levantó y salió rápidamente de la habitación.
Atanael se llevó las manos a la cara desesperado, le sorprendió no escuchar el sonido del cerrojo cuando su hermana saliera, de pronto un chasquido de metales sonó en la puerta, levantó la mirada, Mänuen se encontraba de pié en la puerta, cargaba a Crüfunmir, la espada que le regalara su abuelo y un hermoso escudo en tonos plateados y verde metálico con el emblema de la familia preciosa mente trabajado al estilo de los escudos de la guardia de Nolthoriön.
-Aunque papá no me lo permite, el abuelo también me enseñó a forjar, hice este escudo para ti Atanael, espero que pueda guardarte de lo que sea que tengas que enfrentar allá afuera, ten cuidado y encuentra de una buena vez lo que tienes que hacer. Colocó el escudo junto al muro y la espada a un lado; salió de la habitación dejando la puerta abierta.
Atanael no lo pensó dos veces, tomó una mochila de cuero y después de envolver la carne y el pan, tomó el escudo, la espada y salió cautelosamente por la puerta, la estancia estaba desierta, caminó con cuidado a la puerta de la casa, giró lentamente el picaporte.
Afuera era apenas de mañana, En el patio que separaba la casa del acceso principal de la propiedad no había mas que algunos gansos picoteando lo guijarros, salió por la puerta y dando un respingo libró las escaleras del porche, corrió rumbo a la arcada de piedra que daba a la calle principal de la aldea, cuando estuvo de pie en el camino de tierra miro en todas direcciones, a lo lejos en dirección al centro de la aldea, un grupo numeroso de Fiönas se acercaba, rápidamente se agacho y casi a gatas giró rumbo a las afueras de Anthoras y avanzó lentamente hasta que consideró que estaba fuera de vista.
Cuando se sintió libre corrió lo mas rápido que pudo y no paró hasta que avistó el lindero del bosque, se interno entre los arbustos y casi sin aliento se ocultó entre la maleza.
Aguardó un momento hasta que regresó su aliento, el sudor escurría por su rostro y miró el grupo que salía de la aldea justamente en dirección al bosque. Unos veinte finönas armados con lanzas, espadas y hachas avanzaban justamente en la dirección en que Atanael se encontraba, se acostó en el piso y guardó silencio.
-El carnicero asegura haber visto a la criatura moviéndose por este lado, según cuenta, iba bordeando el lindero del bosque ¡seguramente buscando alguna presa que atacar! decía Märthos el carpintero de Anthoras.
-Será mejor que nos separemos para acorralar a la bestia, pero solo en dos grupos, por lo que cuentan, es enorme y no debemos debilitárnos en números pequeños, así atacaremos con mayor fuerza. sugirió Menelëas el panadero.
¡Miren ahí! ese rastro es inconfundible. Gritó alguien apuntando a algunos metros de donde se ocultaba Atanael.
Aquél era efectiva mente un rastro inconfundible, un andador se formaba por donde algo enorme había pasado, todas las ramas se encontraban quebradas, altos arboles habían sido empujados a un lado y otros yacían tirados en el piso del bosque, cualquiera que fuera aquella bestia tendría una terrible fuerza como para arrancar arboles de raíz a su paso.
-El coraje y valor que había mostrado Märthos se esfumaron mientras se colocaba en la retaguardia del contingente como un perro con la cola entre las patas, fue el panadero quien tomó la iniciativa y se internó en el bosque.
-Será mejor que encontremos esa cosa antes de que nos sorprenda a nosotros. No fueron pocos los que dudaron en seguirlo, de hecho una vez que se hubo internado en el bosque giró la cabeza y se encontró solo en aquel pasillo destruido, sus ojos se abrieron mas de la cuenta y gritó:
-¡Andando zarta de cobardes! Los fiönas se miraron unos a otros y lentamente, uno por uno, se internaron siguiendo aquel extraño rastro.
Atanael permaneció inmóvil hasta que los sonidos del grupo se extinguiéron dentro del bosque, miro con atención el corredor abierto entre la espesura, el bosque de Anthoras era muy denso, con arboles viejos de troncos gruesos y espesa maleza por doquier, realmente era impresionante ver aquel rastro de destrucción en el bosque, era como un túnel excavado entre los arboles, y a medida que se internaba en el bosque se volvía mas y mas oscuro.
El muchacho se levantó y después de sacudirse tomo el camino que rodeaba el bosque, lo conocía muy bien, había cruzado el bosque muchas veces y le agradaba pasar mucho tiempo dentro. Aquel bosque era como parte de su familia, si acaso tenía sed, sabía perfecta mente donde encontrar un manantial para tomar agua, si estaba hambriento, solo tenía que acercarse a alguno de los muchos arroyos que lo cruzaban para encontrar pescado fresco, o encaminarse a los lomeríos donde habitaban ciervos y jabalíes.
De ese modo Atanael sabía también cuales eran los mejores senderos para atravesar el bosque, los que ofrecían menor dificultad en su topografía, los que eran mas cortos y fáciles de andar, por eso es que caminó un buen tiempo mas hasta encontrar el sendero apropiado, se internó en el bosque, pero esta vez había algo que lo ponía nervioso, el mismo había visto a la criatura que rondaba por ahí, sabía que no era un animal, pero no estaba seguro de que tan peligrosa sería, por esto anduvo con cuidado, poniendo mucha atención para no hacer ruido ni dejar un rastro notable.
Caminó por varias horas, casi hasta el medio día y el hambre comenzó a hacer rugir sus entrañas, pensó en ahorrar la carne, el pan y la cerveza que había guardado para una ocasión mas crítica, no sabía exactamente a donde lo llevaría su viaje.
Para encontrar al abuelo debería llegar a Mör Sindol, al otro lado del continente, atravesando el bosque de Anthoras hasta llegar a Nolthorion, la capital, desde ahí el camino era aún muy largo, atravesando el Bosque de Forya, después, debería atravesar el tridente, una enorme cadena montañosa para después cubrir las desiertas tierras de Linthuan hasta la península de Mör Sindol. Lo mas lejos que Atanael había llegado era el lindero poniente del bosque de Anthoras, desde donde apenas se miraban las planicies de Nolthorión, no tenía la menor idea de como lograría hacer un viaje tan largo.
El hambre lo sacó de sus meditaciónes, escuchó el sonido de un arroyo que conocía, allí podría pescar algo para comer, siguió adelante y después de una pequeña loma encontró un claro en el bosque que se abría en el remanso del arroyo, alfombrado con grava, piedras de río y guijarros, era el lugar perfecto para pescar. Arrancó una rama y sacándole punta con su espada improvisó un arpón, se quitó las botas y metiéndose al río comenzó a buscar.
Después de un buen rato, tenía ya tres pescados y buscaba un cuarto para poder contar con lo suficiente para atravesar el bosque sin que el hambre lo volviera a a detener, se inclinó sobre un enorme pez que descansaba tranquilo bajo la sombra de los arboles en la orilla del remanso, se acercó con cuidad y elevó el brazo para lanzar el arpón, pero al momento de lanzarlo resbalo de la piedra sobre la que se encontraba, una mano fuerte lo tomó del brazo e impidió que cayera al agua, Atanael volteó exaltado, un muchacho de su edad lo sostenía.
-¡Cuidado! una caída como esa podría romperte una pierna y arruinar tu almuerzo, que si no te molesta me gustaría compartir contigo.
Un fiöna joven y de cabellos rubios, su piel era clara con las mejillas rosadas, los ojos amarillos acusaban su origen Cëntor.
-Gracias, respondió Atanael, no creo que me hubiera roto una pierna pero me salvaste de andar con la ropa mojada para todo lo que queda del día, ¿Como te llamas? Preguntó Atanael.
-Mi nombre es Damachdiël vengo de Taras Lëvie, una pequeña aldea en Balel.
El reino de Nolthorión donde habitaba el clan Cëntor estaba dividido en tres provincias, Anthoras hogar de Atanael en la frontera septentrional, Balël en el centro de un gran valle formado por las montañas escarlata en las fronteras meridionales del reino y Nolthorión, la capital, que se encontraba al poniente y que colindaba con las tierras de Semfonth el reino del clan Andüy
-Pues te encuentras muy lejos de casa y en la mitad del bosque de Anthoras, supongo que estarás perdido. Afirmó Atanael.
-Algo hay de verdad en lo que dices, pero por lo pronto muero de hambre y uno de esos grandes pescados que tienes allá me vendrían muy bien ¿Que te parece si enciendo un fuego a cambio de uno de tus pescados?
-¡Perfecto! respondió Atanael,
-Enciéndelo mientras yo pesco un par más, nos harán falta.
Atanael continuó pescando mientras Damachdiël intentaba encender el fuego. Cuando Atanael terminó de pescar se acercó a donde el muchacho había juntado un poco de leña, intentaba afanosa mente de encender el fuego, pero a leguas se notaba que no tenía experiencia en aquella tarea, Atanael sonrió y tomando un poco de hierba seca la colocó junto a la leña y sacando un par de pedernales de su mochila dio tres chasquidos y comenzó a soplar, en menos de lo que se esperaba el fuego ardía ya, todos los años de trabajo en la fragua lo habían hecho dominar el fuego y de hecho se sentía muy orgulloso de lo rápido que podía encender una hoguera.
Damachdiël dejo escapar una carcajada al ver la habilidad del herrero.
-¡Si las cosas siguen así, mi deuda contigo crecerá hasta las nubes! los dos rieron y comenzaron a preparar los pescados.
Muy pronto la comida estaba lista y los dos comían como si no hubieran comido en días.
-Dime Damachdiël ¿a donde te diriges?
-¡Nolthorión! afirmó el muchacho con la boca llena. Trataba de librar las montañas escarlata buscando un paso, pero parece que me desvié demasiado al norte, ahora sigo el sol poniente, supongo que eso me servirá.
-Si quieres visitar el Valle de Ranjás en el centro del tridente antes de llegar a Nolthorión vas por el camino correcto, pues allí es a donde te guiará el sol poniente si es que continuas siguiéndolo. Aseveró Atanael en tono burlón.
-Sucede que yo también llevo esa dirección, y no me vendrá mal un acompañante en mi camino, dicen que ronda por estos bosques, una criatura enorme que desmiembra los arboles a su paso. dijo Atanael.
-¡Patrañas! no existe tal criatura, exclamó Damachdiël incrédulo.
-¡Valla que es cierto! comentó Atanael mientras arrancaba la espina dorsal del pescado que se comía. Yo mismo vi a esa cosa en los linderos del bosque algunas semanas atrás, pero no es un animal, de hecho es…
Atanael cayó en cuenta mientras miraba a Damachdiël que usaba una armadura de cuero como la que había visto aquél día de la tormenta semanas atrás, fijó su mirada en los ojos de Damachdiël y reconoció la mirada que lo había observado entonces, esos ojos que quemaban, pero a la vez sentía una extraña empatía por aquel muchacho.
El herrero soltó un grito de terror escupiendo el bocado que masticaba, la impresión lo tiró de espaldas, a la velocidad del rayo Damachdiél se puso de pié de un salto y tomando a Atanael por el brazo lo detuvo impidiendo que cayera y se golpeara en la espalda, suavemente lo levantó como si fuera un fardo de paja y lo colocó de pié frente a el.
Atanael hecho a correr y dando traspiés se internó de nuevo en el bosque.
-¡Espera Atanael! no hay por que correr.
Atanael corría entre los árboles aterrado, arañándose y golpeándose con las ramas, miró hacia atrás, habría avanzado una buena distancia, el remanso del río ya no se alcanzaba a ver, pero el terror pasó a miedo de muerte cuando vio como los arboles se sacudían y se hacían a un lado mientras Damachdiël lo perseguía.
Dando gritos de terror Atanael siguió corriendo desesperada mente, el terror lo había cegado, resbalaba, caía y volvía a levantarse viendo como los arboles caían al paso de la criatura que lo perseguía, alcanzó la parte alta de una pequeña loma y mientras miraba atrás tropezó con una piedra y se golpeó la cabeza con un tronco, de inmediato todo le dio vueltas y cayó mareado al piso sin que sus piernas pudieran responder.
Con la vista nublada alcanzó a ver como los arboles se sacudían y caían a tan solo unos metros de él, soltó un grito desgarrado y de su pecho comenzó a emanar el destello cobrizo del medallón con un resplandor cegador, miró a muchacho que lo perseguía abriendo los arboles como si fueran cortinas, pero el herrero quedó mudo al reconocer un brillo idéntico al suyo que salía del pecho de Damachdiël.
Cuando estuvo junto a Atanael, Damachdiël desató las cintas de su camisola y la abrió para mostrarle el pecho, al igual que Atanael un circulo incrustado en la carne del Fiöna brillaba por debajo de la piel, pero éste era de un tono dorado.
El paso de Damachdiël
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