sábado, 8 de septiembre de 2012

De Atanael y Sindara Capitulo II "Viento en el Camino"


II.- Viento en el Camino.




Ya era tarde cuando salieron del campamento de los viajeros, y Atanael recordó su cita con Galël, el soldado quien hubiese saludado antes, se  despidió de su abuelo y  no dejó de correr hasta ver el enorme disco de madera con un bisonte gravado, “Talas Ethra Nüi” decían las letras de metal incrustadas en la parte inferior del disco, las palabras en lengua Cëntor para describir al primer becerro nacido en la primavera, él mismo las había forjado varios años atrás, empujó con fuerza un enorme portón que se quejó como quien despierta después de una siesta vespertina.
Un hermoso aroma embriagó a Atanael apenas se encontró dentro, carne asándose al fuego, sazonada con hierbas de olor, cerveza cruda y pan recién horneado.
La clientela volteó taciturnamente mientras el avanzaba a la barra regresando de inmediato a lo que cada uno estaba haciendo, aunque Atanael era muy joven, tenía ya edad para visitar estos lugares, se acercó al tabernero quien le ofreció al instante un tarro de cobre:
-Cerveza de trigo para el aprendiz. Dijo cariñosamente mientras comenzaba a pulir un tarro de bronce que se negaba a dar cualquier tipo de destello, a una seña del tabernero Atanael miró a un rincón donde estaban sentados Galël y el padre de Atanael, la punta de sus narices era ya de un color rojizo, con ojos entreabiertos y muy alegremente llamaron al muchacho:
-¡Acércate Atanael! ¡Tu padre me a acompañado toda la tarde y sus chistes me han aburrido! Gritó Galël arrastrando la lengua, Atanael tomó un banco, colocó su tarro en la mesa y saludo respetuosamente a su padre, haciendo una pequeña reverencia.
-Anda muchacho, acompáñanos que con tu trabajo te lo haz ganado hoy. Dijo Tandras mientras rodeaba a su hijo con el brazo, Atanael apuró un trago de cerveza y cuestionó a Galël:
-Dime Galël ¿Que cosas interesantes puedes contarme de las fronteras?
-¡No mucho! contestó el soldado, la frontera meridional es tan calmada y aburrida que creo que antes de que algo ocurra me comerán los gusanos.
Por detrás de Atanael una hermosa tabernera se acercó, llevaba un vestido de una pieza ajustada en el pecho y el talle hasta la cintura de donde colgaba una amplia falda, de las cortas mangas  bombachas asomaban unos delicados pero fuertes brazos que cargaban una charola con varios trozos de carne que despedían un riquísimo aroma, las entrañas de Atanael se quejaron exigiendo un gran trozo, sin pensarlo dos veces se sirvió y devoró una buena parte antes de unirse a una platica que solo acarició detalles rutinarios y algo tediosos de la organización militar de la frontera y uno que otro avistamiento de bestias enormes al otro lado de la muralla de Balël.
Habrían pasado dos horas cuando las puertas de la taberna volvieron a gemir, esta vez las miradas taciturnas se convirtieron en admiración cuando entraron cuatro soldados Sindarel, ataviados con armaduras de la guardia real de Yännen, altos Fiönas de rostros fríos, grises y duros pero hermosos como la niebla de la mañana, sus relampagueantes ojos plateados brillaban por encima de la tenue luz de las antorchas, se detuvieron al frente de la barra y haciendo una profunda y graciosa caravana, el líder se adelantó un paso a sus compañeros, parecía un gran árbol plantado en el centro de la taberna, Atanael notó en sus manos un anillo con una piedra plateada engarzada que brillaba con luz propia, alumbrando unos larguísimos dedos que se apoyaban en el pomo de su espada, tenía una forma muy rara, delgada como un junco y envainada en un estuche con gravados que simulaban las olas del mar. Todos guardaron silencio, y exclamo con una voz tan dulce que recordaba el viento en los árboles.
 –¡Jaiv naj drahël! el saludo cortes en lengua Sindarel, después habló en lengua Cëntor con un acento bastante raro.
 –Hermanos Cëntor buscamos al Fiöna nombrado Tädros, se nos ha indicado que podríamos encontrarlo aquí
Todas las miradas se dirigieron hacia la mesa de Tandras, se levantó y forzando una falsa nobleza contestó:
-Yo soy su hijo y puedo llevarlos donde el. 
Hizo un gesto a Atanael para que se quedara con Gälel y salió con los soldados.
-Esta es la primera vez que veo soldados de la guardia real de Mör Sindol, algo serio está ocurriendo. Dijo Galël.
Atanael no tenía idea de que fuera lo que los Sindarel tuviesen que ver con su abuelo, y desobedeciendo a su padre se despidió de Galël regresando a casa.
Al llegar encontró fuera a cuatro hermosos corceles de batalla, eran enormes y de color blanco moteado, sus riendas, silla y estribos estaban labrados en un extraño metal de color cobrizo y gravados en ellos habían escenas del mar y criaturas que Atanael no conocía, cuando se acercó, estos voltearon a verlo, pareciera que tenían la inteligencia de un Fiöna pues todos se irguieron cuan altos eran y se acomodaron en fila, como demostrando su nobleza con un leve tono de desdén, Atanael se tomó su tiempo para admirarlos y entró a la casa. Al abrir la puerta se encontró con su padre quien le azotó con aquella mirada de furia bicolor que el conocía muy bien:
-¡Te dije que te quedaras en la taberna! De inmediato lo forzó a salir y cerró el cerrojo cuando Atanael estuvo fuera, tan solo alcanzó a ver a su abuelo sentado en la mesa con los soldados, leía un documento y en su cara había una mirada de congoja.
Se sentó en las escaleras del porche y esperó durante horas, llegó a escuchar como hablaban pero todo era en legua Sindarel de la que Atanael no entendía nada, la conversación parecía ser calmada y agradable, pero no escuchó ni risas ni tonos de alegría en ella, al cabo de mucho tiempo los soldados salieron de la casa y de inmediato montaron y se marcharon sin voltear a ver al muchacho.
Trató de entrar a la casa pero habían puesto el cerrojo de nuevo, Atanael soltó un gemido de tedio y se acurruco al pie de la puerta hasta que se quedó dormido. 
Sin saber cuanto tiempo había transcurrido, lo despertó la suave voz de su hermana Mänuen cuando ya despuntaban las luces del amanecer, Mänuen quien era menor que Atanael, una niña de cabellos oscuros como los de Atanael, su cara era de un color muy pálido y había heredado los ojos mixtos de su padre, Atanael la amaba por encima de muchos, el corazón de la pequeña era noble y cálido.
 -Ya puedes entrar Atanael, te vas a morir de frío ¡vamos! duerme un poco que aún queda tiempo.
Atanael se levantó amodorrado y dando traspiés logró llegar a su cama, se tumbó a dormir, casi sin la conciencia de lo que había ocurrido.
El sol ya había salido cuando lo despertó el ruido de pasos que iban y venían por la casa, salió de su habitación, todos estaban muy atareados, Candallia, La madre de Atanael preparaba una fardo de provisiones, Mänuen corría llevando ropa limpia desde una habitación hasta la mesa donde se encontraba su abuelo preparando otra mochila, grandes ruidos provenían del ático donde Tandras parecía estarse peleando con una bestia de metal, infinidad de chasquidos metálicos rebotaban desde las escaleras y caían a la casa rompiéndose en una insoportable cacofonía, Tädros miró al muchacho y le esbozó una alegre sonrisa:
-Buenos días hijo, valiente noche haz pasado, agazapado en la puerta, ¿no es así?
-Así es, por favor, ¿puedes decirme por que tanto secreto anoche y alboroto hoy? contestó Atanael.
-Todo a su tiempo, vamos, acércate y come algo antes de que tu barriga comience a quejarse.
Atanael apuró el plato que le habían servido y una vez acabado dijo con la boca aún llena:
-¡Listo! ¿Ahora estas contento?, ¿puedo saber ya que es lo que está pasando?
-Muy bien Atanael, toma tu abrigo y acompáñame a dar un paseo por los linderos del bosque-
Atanael obedeció y salieron de la casa, no caminaron mucho hasta acercarse a los linderos del bosque de Anthoras que era famoso por su enorme tamaño, Tädros caminaba lentamente, disfrutando del fresco aroma matutino del bosque.
-Dime Atanael, ¿qué es lo que mas deseas de tu vida?-
Atanael hizo una mueca de desesperación y poniéndose frente a su abuelo le dijo:
-No creo que este sea el momento para reflexionar acerca de la vida abuelo, ¿quieres decirme que rayos se trata todo esto?-
El viejo rodeó a Atanael y siguió caminando:
-Atanael, te lo pregunto de nuevo, ¿qué es lo que mas deseas?-
-No se, hay tantas cosas…..hay algo en mi cabeza que me mueve a hacer muchas cosas ¡pero primero quiero entender que quiere decir!
-¡Exactamente!, Esa voz que te grita por dentro es tu pasión, tu conciencia y tu talento, pero no los entiendes por que no los conoces aún, veras, yo sentía lo mismo que tu cuando tenía tu edad, y tuvieron que pasar muchas cosas antes de que pudiera tan solo descifrar algunas de las palabras que me forjarían para toda la vida. En mi juventud las cosas pasaban de un modo mas acelerado, pues aquellos tiempos como te he contado, fueron muy difíciles, la guerra, muchas cosas tuvieron que morir dentro de mi para dar paso a otras que me develaron el destino de mi viaje en este mundo, hay muchas cosas que no te he contado, y ahora se me acabó el tiempo y debo tratar de hacer un resumen, lo suficientemente claro para que puedas entenderlo, ¡es tan difícil-
Un dejo de tristeza asomó por los ojos de Tädros y pareció tornarse mas viejo de lo que era mientras exhalaba un profundo suspiro:
-Muchas cosas pasaron antes de que sentara cabeza y me estableciera en Anthoras, sería inútil contártelas ahora pues no acabaría de mencionarlas todas, lo cierto es que en aquellos días, cuando el caos reinaba sobre las espaldas de la hija de Danül, esta voz de la que tu me hablas me guió por un camino que no he acabado de recorrer, los soldados que viste ayer, trajeron un mensaje del reino de Mör Sindol que ha estado desconectado del mundo durante mucho tiempo debido a la enorme culpa que pesa sobre el clan, tu mismo lo escuchaste ayer en la historia que contó aquel anciano, este mensaje me está requiriendo en aquella ciudad cuanto antes para terminar con viejas cuentas que debo con los Sindarel y con todo el pueblo Fiöna, no soy el único que ha sido llamado al concilio, muchos viejos mas lo atenderán, Fiönas de los tres clanes.
-Pero, ¿de que se trata?, ¿Que fue lo que hiciste durante la guerra?, ¿por qué jamás me lo contaste?
-No te lo conté porque son recuerdos dolorosos que a nadie le gusta revivir, lo importante es que tengo que irme y me preocupa mucho lo que vaya a pasar en el concilio y en todas las tierras de los Fiönas, parece que los tiempos de concordia están amenazados y Hessya acecha otra vez, por eso que nos han convocado a todos los que sobrevivimos a la guerra, debes estar muy atento a lo que suceda y seguir esa voz que te grita por dentro, atiende con atención y veras como comienzas a entender.
-Todo esto es muy confuso, ¿para que convocar a los ancianos? Si algo amenaza la paz, ¿no seriamos los jóvenes los que deberíamos enlistarnos?, el camino a Mör Sindol es muy largo, no conozco a nadie que lo haya recorrido jamás, puede ser peligroso, déjame acompañarte y asistirte al menos en el viaje para que vayas seguro.
-Ni tu ni tu padre tienen algo que hacer en Mör Sindol y es necesario que ustedes velen por la seguridad de los nuestros, en el caso de que algo suceda, recuerda que el ataque de Hessya no es con espadas y flechas, eso es lo que la hace tan peligrosa, es por eso que debemos reunirnos los que ya hemos luchado con ella para saber que hacer.
-Pero yo no tengo idea de cómo luchar, nadie me ha enseñado nada a excepción de cómo trabajar con el metal.
-Es precisamente allí donde está el comienzo de tu instrucción, la disciplina y el empeño que tiene tu trabajo, son la base para que tu pasión encuentre los modos de aflorar, es allí donde debes buscar. Se hace tarde y debo partir, regresemos a casa que tu padre ya debe estar desesperado.-
De esta forma ATädros terminó con la conversación y a pesar del bombardeo de preguntas que Atanael derramó sobre su abuelo, este solo se dignó a dar palmadas en la espalda de Atanael y sonreír hasta que regresaron a la casa sin pronunciar una sola palabra.
Cuando llegaron estaban de pié frente a la casa los cuatro soldados Sindarel que habían entregado el mensaje de Mör Sindol el día anterior, una pequeña carreta ya estaba dispuesta con todo lo necesario para el viaje de Tädros.
De la puerta de la casa salió Tandras cargando un viejo baúl que parecía muy pesado, Atanael corrió a ayudarlo y lo subieron junto con todas las demás cosas, Tädros se acercó y sacando una llave de su bolsillo la abrió, dentro había una deslumbrante armadura en tonos plateados y verdes, los colores del clan Cëntor y envuelto en una tela verde había un largo bulto que el viejo sacó, retiró la tela y tomo una espada que, aunque empolvada brillaba como si hubiese salido de la fragua el día anterior.
-Atanael, esta es mi espada, Crüfunmir la llamo, pues es la espada de la esperanza, hazle un favor a tu viejo abuelo, ve al taller y busca en la gaveta al fondo de mi cubículo, allí encontrarás su vaina, enfúndala y vuelve con ella para que pueda partir seguro, no corras con la espada sin vaina pues aunque es muy vieja, su filo no ha menguado con los años y en un descuido podría cortarte los dedos o hasta una pierna si llegas a tropezar.
Atanael hizo lo que su abuelo le pedía y aunque caminando, fue al taller a paso veloz. Cuando llegó encontró como lo había dicho Tädros una hermosa vaina bruñida con los mismos colores de la armadura, tomó la vaina en sus manos admiró el hermoso trabajo con el que estaba hecha y metió la espada, esta resbalo perfectamente hasta emitir un leve click que accionó algún diminuto mecanismo que hizo que una pequeña estrella labrada en la empuñadura se cerrara formando el emblema de la familia de Atanael embonando perfectamente con su contraparte simétrica en la vaina, Atanael dio un brinco y soltó la espada, esta cayó pesadamente al suelo, emitiendo un estruendo que retumbó por toda la galería del taller, Atanael se reprendió a sí mismo por su estupidez, el mismo conocía este mecanismo de las espadas que se trabajaban en la fragua de Tandras y no había pensado en esto al juntar las dos piezas, la recogió y mirando el pomo vio otro emblema que no reconoció, se encontraba en la punta del mango, hecho del mismo metal que hubiera visto la noche anterior en los caballos de los Sindarel, engarzado sobre una enorme joya de color verde. Se dio prisa y regresó a casa, lo que le tomó tiempo pues debía atravesar todo Anthoras para llegar.
Se sorprendió al encontrar vacía la casa y salió al patio que separaba la casa de la calle, cruzó la arcada de acceso y vio a su padre que regresaba por el camino que lleva al bosque.
-¿Qué ha pasado?Preguntó Atanael.
-Se ha marchado, no quería sufrir la pena de despedirse de ti, me ha dicho que la espada es tuya, y créeme, yo mismo te envidio pues aunque siempre se la pedí jamás quiso dármela, también te ha dejado una nota, tómala.
Tandras sacó de su capa un sobre sellado con lacre con el emblema de la familia
Atanael la tomó y leyó:

Atanael, la sangre Fiöna que corre por nuestras venas es muy caprichosa, tendemos a emprender grandes empresas y fundirnos en la pasión de la lucha y el gozo. Deberás aprender, tal vez por un camino muy doloroso, que tu vida tiene una oportunidad y una facultad, será cuestión de tu sabiduría decidir que hacer con la facultad, y con la oportunidad, debéis aprender a escribir sin miedo en las hojas blancas que componen el libro de tu historia, ten en cuenta que el valor es valor al momento de trabar armas con el enemigo pero también al momento de detractarlas para dejarlo pasar.
Deberás aprender a tocar el corazón de tu enemigo sin abrirle el pecho, es justamente allí donde el Hessia acecha, doblando tu voluntad como una barra de cera y cuando menos te lo esperes saltara sobre ti.
La mejor arma que puedes esgrimir es la que esta en tu conciencia, el amor es inquebrantable, confió en tu capacidad, cuida de tu hermana y calma a tu padre, estoy seguro que la rabieta de mi partida le durara varios días, que Danül te guarde.
Adjunta a la carta había un pequeño pedazo de papel y escrito con tinta roja había una frase que Atanel no entendería hasta algunos días después.

“Mira el amanecer en la fragua y despierta la pasión de tu corazón”

Corrió a la salida de la aldea para alcanzar a su abuelo pero fue inútil, Tädros se había marchado, solo encontró viento en el camino.

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Provengo de una familia donde la épica y la fantasía se mezclan con la realidad, crecí escuchando histórias fantasticas de mi abuelo en las profundidades de la Huasteca, mas adelante me cautivaron toda clase de libros con historias de tierras lejanas y personajes asombrosos, comencé a escribir desde los 9 años, durante la adolescencia me entregué a la literatura épica y fantástica y de alguna manera mi vida se contagió y las histórias comenzaron a suceder delante de mis ojos. Al convertirme en padre y tener la oportunidad de contar cuentos e histórias estalló dentro de mí una fascinación por crear, ilustrar y musicalizar cuanta história brotaba de mi cabeza o la de mis hijos, el día de hoy me doy cuenta de que mi propia vida es el mejor lugar de donde sacar historias y gozo profundamente al plasmarla en alegorías con imágenes, textos y musica.