domingo, 23 de septiembre de 2012

De Atanael y Sindara Capitulo III



CAPITULO III

UN AMANECER EN LA FRAGUA

Con la partida de Tädros la vida de Atanael se tornó gris y rutinaria, se levantaba al alba para trabajar, su día transcurría lento y somnoliento como una llovizna en el verano. Llegaba a casa después del atardecer, y solo comía por costumbre, de inmediato se acostaba evadiendo su aburrimiento y repitiendo así la misma rutina al día siguiente.
Sentía como el tedio lo devoraba y no fue hasta un día de descanso que pasó acostado bajo las sombra de un árbol a las afueras de la aldea, cuando algo interesante irrumpió en su vida. 
Durmió profundamente bajo aquel árbol y tuvo un sueño, en el su abuelo de pié entre dos Fiönas mas le hablaba con un tono serio mientras los otros dos permanecían de pié frente a una enorme montaña gris en cuyos picos nevados se formaba una nube negra  que comenzaba a cubrir de sombras toda la tierra, de pronto un gran pájaro emergía de la nube y las palabras de Tädros resonaron:
-Busca en tu interior las palabras de la liberación, permite que amanezca dentro de tu alma, toma la luz de tu conciencia y sigue el camino.
Atanael despertó y caminó a casa pensativo, reflexionó durante todo el día acerca de su sueño y tomando la nota de su abuelo se cuestionó, ¿qué significaban las palabras que Tädros había escrito con tinta roja? Las leyó una y otra vez:
-Mira el amanecer en la fragua y despierta la pasión de tu corazón.
¿Que era lo que su abuelo le decía? Desde la partida del viejo Atanael no había hecho otra cosa que entregarse a su trabajo completamente y nada se había aclarado en su cabeza, por el contrario lo había deprimido, entonces pensó que tal vez estas eran instrucciones que debían tomarse textualmente, aunque le tomó tiempo durmió un poco hasta la mañana siguiente.
Se levantó antes del amanecer y vistiéndose apresuradamente corrió al taller, se puso de pié frente a la fragua, este era un gran horno hecho a base de bloques cocidos de arcilla con un armazón de metal reticular por dentro. Esperó hasta que las primeras luces del día se filtraron por el óculo del acceso, miró fijamente al interior del horno y prestó mucha atención, solo veía las paredes interiores chamuscadas y llenas de hollín, notó que apagada, la fragua se veía tan triste y muerta como su vida, pensó que parecía increíble que de esta sencilla construcción pudieran salir obras tan llenas de vida, gracia y belleza. Nada sucedió, y aunque se quedó de pie ahí hasta que los primeros herreros llegaron fue inútil, muy desanimado, se puso a trabajar, esta vez casi como un autómata se ciñó el delantal de cuero y puso manos a la obra.
El día transcurrió normalmente y las horas se alargaron en una tediosa somnolencia que le aplastaba el corazón.
Trabajaba en una reja por encargo para la casa del carnicero de la aldea, una elaborada pieza de tiras retorcidas y tejidas entre sí que requerían de mucho trabajo, tomó un descanso y aprovechó para abatir el fuelle que avivaba la fragua, miró dentro para comprobar que las llamas tuvieran su color amarillento blanquecino característico cuando alcanzan la temperatura requerida para el trabajo y un leve destello captó su atención, animado miro fijamente y abatió un poco mas el fuelle, cuando las llamas alcanzaban su mayor temperatura una media luna rojiza se formó en la parte superior del horno, poco a poco fue haciéndose mas grande a medida que Atanael azotaba el fuelle, la media luna se convirtió en un medio circulo exactamente como había dicho su abuelo a manera de un amanecer, tomo el atizador y picoteó la pared interna del horno, esta se desmoronó un poco hasta que un circulo completo brilló con colores rojizos, dio un rápido vistazo por el taller, nadie lo miraba, no le tomó mucho el abrir una cavidad lo suficientemente grande para dejar ver lo que parecía un disco de metal al rojo vivo, con las pinzas lo arrancó de las paredes de adobe y lo sumergió en el agua, este emitió un chillido al enfriarse dentro de la pileta y un raro vapor cobrizo se levantó.
Cuando estuvo frío Atanael lo tomo en sus manos, estaba hecho del mismo metal que tenían los Sindarel, Atanael se sorprendió al ver que en una de sus caras estaba labrado el sello de su familia y por el otro un extraño y estilizado logotipo con runas en un idioma ilegible, el disco estaba enmarcado por una greca en su periferia exterior de un color plateado que contrastaba con el cobrizo de toda la pieza, era pesado y muy duro, Atanael lo metió en su bolsillo, cerciorándose de que nadie lo viera y continuó con su jornada, su corazón latía de excitación.
No volvió a sacarlo en todo el día, sentía su peso dentro del bolsillo y la emoción embriagaba su cabeza. Cuando salió del taller corrió a casa, una vez en su habitación lo admiró durante un largo rato, una prenda de su abuelo, que fantásticas historias se imaginó con el medallón, imaginó el desconocido pasado de su abuelo, los tiempos de la guerra y a Tädros luchando con su espada hombro con hombro de aquellos impresionantes caballeros Sindarel, o tal vez, forjando el medallón para alguna hermosa dama, Atanael no conoció a su abuela, había muerto poco después de que el naciera, su padre contaba que había sido una hermosa doncella Andüy de ojos amarillos, con cabellos largos y piel pálida, pero eso era todo, nadie hablaba jamás de ella. 
Soñó con sus abuelos recorriendo Nolthorión de punta a punta e imaginó la hermosa historia que debió haber sido una pareja híbrida en esos tiempos que en que no era permitido, mucho tiempo permaneció el muchacho tumbado sobre su cama hasta que el sueño lo venció.
Al día siguiente el ansia lo despertó muy temprano, no había suficiente tiempo para desperdiciarlo en el trabajo, tomo el medallón y corrió hasta el bosque donde se internó hasta perderse en la verde penumbra de su interior, amaba el bosque como a pocas cosas, Atanael creía ahora en el espíritu de Thaëlel que dentro del bosque se apoderaba de su alma y lo sumaba a la hermosa danza del universo creada por Danül.
 Se sentó junto a el tronco de un enorme árbol milenario, y apoyando su espalda en el aspiró fuertemente, el aroma del musgo le hizo sentir un agradable escalofrío, cerró los ojos y se concentro en los sonidos que lo rodeaban, el leve zumbido del viento pasando entre las ramas y el rechinido de los troncos meciéndose, el himnotizante batir de las alas de los insectos, una inmensa tranquilidad le invadió.
Tomó el medallón en sus manos y lo acarició como queriendo sacarle brillo, al instante un pequeño destello se emitió de la greca que tenía alrededor y esta se escurrió como liquida sobre las manos de Atanael hasta convertirse en una cadena, Atanael no creía lo que veía, se colgó el medallón en el cuello, la prenda de su abuelo lo hacía sentirse mejor, importante.
De pronto Atanael sintió que el medallón se calentaba, lo miró colgando en su pecho y este se licuó, escurrió por su pecho hasta filtrarse entre los poros de su piel, un agudo dolor le quemó el pecho arrojándolo al suelo, se sacudía entre las hojas en espasmos de dolor que le penetraba hasta los huesos, el terror le nubló la cabeza mientras miraba el medallón transformado en un liquido cobrizo que se aferraba a su piel metiéndose en su pecho. Aterrado tiró de la cadena pero esta también se metía en su pecho y al jalar, la piel se le tensaba castigándolo con un dolor aún mas penetrante, el dolor fue creciendo hasta que lo dejó inconsciente tendido sobre el bosque de Anthoras, el cobrizo metal terminó de escurrir dentro de su piel hasta que no quedó nada.

1 comentario:

  1. Me tienes enganchadísima a esta historia. Simplemente maravillosa. ;)

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Provengo de una familia donde la épica y la fantasía se mezclan con la realidad, crecí escuchando histórias fantasticas de mi abuelo en las profundidades de la Huasteca, mas adelante me cautivaron toda clase de libros con historias de tierras lejanas y personajes asombrosos, comencé a escribir desde los 9 años, durante la adolescencia me entregué a la literatura épica y fantástica y de alguna manera mi vida se contagió y las histórias comenzaron a suceder delante de mis ojos. Al convertirme en padre y tener la oportunidad de contar cuentos e histórias estalló dentro de mí una fascinación por crear, ilustrar y musicalizar cuanta história brotaba de mi cabeza o la de mis hijos, el día de hoy me doy cuenta de que mi propia vida es el mejor lugar de donde sacar historias y gozo profundamente al plasmarla en alegorías con imágenes, textos y musica.